lunes, 28 de enero de 2013

Capítulo 25: Keeping secrets.


Me meto en el coche, y cierro la puerta con cuidado.
–¿A dónde vamos? –me pregunta mientras baja su ventanilla. Le miro seria, y él me mira interrogante –¿Y bien? 
–Tú arranca –digo mirando al frente. Sé que merece saber a dónde le llevo, pero ahora no puedo hablar, necesito tiempo para asimilarlo. –Coge la autopista.
Él capta el mensaje: no voy a hablar, así que pone en marcha el coche, da un giro, y conduce hasta que llegamos a una rotonda, coge el primer desvío a la derecha y seguimos por una carretera recta. Cuando llegamos hasta el desvío que lleva a la autopista, y veo una gasolinera, la señalo con el dedo índice, él asiente y aparca.
–Ahora vuelvo. –Digo, y me desabrocho el cinturón, salgo del coche y camino hasta el minimercado. Oigo que Harry se baja detrás de mí, y giro la cabeza para verle. Rodea el coche y se apoya en mi puerta. Entonces saca el móvil, y vuelvo a mirar al frente, y llego hasta las puertas automáticas, que se abren cuando llego a ellas, dándome la bienvenida al supermercado. Vacilo mirando los estantes, finalmente cojo varias latas de Coca-Cola y chocolate. Al llegar a la caja, mientras la cajera pasa todos los alimentos por el código de barras yo miro al exterior por la ventana, y observo a Harry hablando por teléfono. Lleva sus vaqueros oscuros con una camisa blanca y una de cuadros encima. Él está ahí, esperando apoyado en un coche a una chica que apenas conoce mientras ella compra chocolate, y sin ni siquiera saber a dónde va.
Le miro mientras sonrío de lado, luego pago, cojo la bolsa de plástico y salgo. Llego hasta el coche, y alcanzo a oír algunas palabras mientras habla por teléfono.
"Sí" "En una gasolinera" "Todavía no lo sé" –Entonces ve que estoy llegando y dice "Tengo que colgar, adiós". Y cuelga el teléfono, se lo mete en el bolsillo trasero y se separa del coche. 
–He comprado algunas cosillas –digo, y meto la bolsa en el asiento trasero. Él asiente y vuelve al asiento del conductor.

Entramos en la autopista, y es entonces cuando por fin me dirige la palabra.
–¿No me lo vas a explicar? –dice, apartando por un segundo la vista de la carretera y mirándome fijamente, luego vuelve a mirar la autopista.
–Sí... eh... esto... ¿Por dónde empiezo? –digo, diciéndolo más para mí que para él.
–Por el principio –dice serio, pero luego se gira y me sonríe de lado.
Cojo aire y empiezo a relatarle todo.

–...Y entonces tengo que encontrar ese colegio. –Él asiente y se queda en silencio, pensativo. –¿En qué piensas? –Le digo frunciendo el ceño. 
–¿Por qué quieres encontrarle? Después de tantos años... –Pregunta, mientras puedo ver que mira al frente serio, como si no estuviéramos hablando de lo mismo. 
–Pues porque... es mi padre. –Digo, como si fuera obvio.
–Es tu padre, pero él no te crió... Quiero decir, ¿crees que es una buena idea? No sabes lo que te va a decir cuando le encuentres, si es que le encuentras, y ya ha hecho mucho daño a tu madre, ¿no crees que sería peor hablar con él que dejarlo estar? Además, ni siquiera sabes qué le vas a decir cuando le veas.
–No lo hago por ella, bueno, un poco sí. Pero sobre todo lo hago por mí, necesito saber por qué nos dejó, qué ocurrió. Siempre he vivido sin padre, quiero decir, sin mi padre biológico. Quiero conocerlo, y juzgarle por cómo le veo yo, no cómo le ve mi madre. Ver cómo ha sido su vida sin mí. No quiero reprenderle nada de lo que ha hecho, porque todo lo que ha hecho tendrá una razón, no le odio por lo que le hizo a mi madre. ¿Es eso ser una mala hija?
Harry niega con la cabeza, y se queda callado, mientras suena una canción de Pink Floyd en la radio. Por un momento las palabras de la canción nos envuelven, mientras nosotros miramos al frente en silencio.
–Oye, gracias por esto. –Dije sinceramente, esta vez sin mirarle.
–¿El qué? –Dice apartando la vista de nuevo de la carretera.
–Acompañarme, sin presionarme para contarte las cosas, me gusta. –Respondo mirando por la ventana, evitando su mirada.
–Ya... –dice dubitativo.
Entonces me doy la vuelta y le miro confundida. Está pensando en otra cosa, porque sus respuestas son ambiguas y sin sentido. Me da la sensación de que su mente se quedó en la anterior conversación, la que trataba sobre mi padre.

******************************************
–Coge el siguiente desvío –digo señalando el cartel que indica dicho desvío.
Él asiente con la cabeza y gira el volante, y tomamos una carretera que ha cambiado las barreras por grupos de árboles y arbustos pequeños. Llegamos a la pequeña ciudad y pude sentir cómo se me erizaba la nuca. Tensé mi cuerpo y carraspeé. Preguntamos a un señor de avanzada edad dónde estaba el colegio
Nos indicó que estaba a unas cuantas manzanas más adelante, nosotros le agradecimos su ayuda, aunque una parte de mí quería taparle la boca, o que simplemente se encogiera de hombros sin saber de qué instituto hablábamos, aunque no hubiera resuelto nada.
Paramos en frente del colegio. Ya eran las once de la mañana, y los alumnos abarrotaban los pasillos, la puerta de entrada, y el césped que estaba en frente del edificio. Las clases habían empezado hace unos días, y eso me recordó que hasta dentro de varias semanas yo no tendría que ir. Nos quedamos en frente del gran edificio unos minutos, hasta que volví a la realidad. Tenía que verle antes de que todos aquellos adolescentes volvieran a sus clases. 
Respiré hondo, estaba temblando. Entonces Harry me cogió de la mano, yo asentí y nos bajamos del coche. No era de extrañar que al aproximarnos a la entrada del edificio todas las chicas posaran sus miradas curiosas sobre él, sonreí de lado. Quién no se fijaría en él. Le cogí de la mano, llevándole dentro. Una vez allí me acerqué a la oficina de secretaría, él se quedo detrás mío, con las manos en los bolsillos y sin parar de mirar a las chicas que ahora soltaban risitas tontas y se daban codazos.
Sonreí de lado y me volví hacia la secretaria.
–Hola, ¿que desea? –preguntó la mujer examinándome con la mirada.
–Sí, era para preguntarle por el profesor... –dudé un segundo– Jack Harries. 
–Puede encontrarle en la sala de profesores, o... –ojeó unos papeles– en su clase, 2ºB. Al fondo del pasillo, suba las escaleras, la verá a mano izquierda. 
Asentí y le di las gracias, me giré y vi a Harry rodeado de chicas riendo. Me acerqué y le tomé del brazo, aparentando ser una novia posesiva.
–Bueno CARI –dije haciendo énfasis en esta última palabra– ahora voy a hacer eso, ahora nos vemos –dije mirando divertida a aquellas chicas, que me miraban con el ceño fruncido de arriba a abajo. Él asintió divertido. Me acerqué a su oreja poniéndome de puntillas y le susurré: –No te diviertas demasiado, ¿eh? –Me retiré y él soltó una carcajada.

Me había llevado hasta allí, no iba a negarle el placer de divertirse un rato. Me alejé de allí, sabiendo que aquellas me miraban, hasta que desaparecí escaleras arriba. Vi un pasillo a mano izquierda, y lo seguí. Toda la seguridad que había demostrado hace unos minutos, se había desvanecido, y estaba temblando como una hoja. Al fondo vi a un hombre con unos bíceps desarrollados hablando con una chica rubia, una alumna, a juzgar por la carpeta que aguantaba con ambas manos sobre el pecho.
Me acerqué más, y la chica se percató de mi presencia y retrocedió un paso del profesor. Éste se giró. Tenía los hombros anchos, una buena mata de pelo, y unos ojos azul claro. Era guapo.
"Bien, y ahora, ¿qué le dices, lista?" me reprochó mi subsconciente.
–Hola –saludó él con una sonrisa radiante– Bueno Jessica, luego hablamos sobre la fecha de recuperación. –Ésta asintió, y mirándome fugazmente, dijo:
–Bueno yo... será mejor que me vaya –yo la miré sin expresión, y ella se fue. 
"Un profesor tan guapo tendrá muchas alumnas detrás de él" deduje al instante.
–¿Que querías? –Preguntó, ahora más serio. "Bueno... ¿recuerdas a la chica de dieciséis años que dejaste preñada? Sí, esa. Bien, pues eso, que soy tu hija capullo." Gritó de nuevo mi subsconciente.
–Bueno, soy una estudiante de la universidad de Biología, y mi profesor me dijo que para ayudarme con un proyecto, podía pedirte ayuda a ti... ¿Eres Jack Harries, no? –El asintió. 
–¿George te dijo que me consultaras? –Preguntó interrogante, mientras hacía ademán de entrar a su clase. Yo le seguí.
–Sí, él... Bueno, me dijo que me podría ayudar a recabar cierta información para el proyecto. –Él me miró dudoso.
Había visto en internet una foto de él y ese tal George en una conferencia.
–¿Y por qué no te ayuda él mismo? –Volvió a preguntar no muy convencido.
–Porque ya sabe... Está todo el día de aquí para allá con conferencias, y bueno, es un amigo de mi padre, así que...– Dije probando suerte.
–Bueno, háblame de tu proyecto. –Dijo después de unos segundos en silencio sacudiendo la cabeza levemente, y me quedé helada. Busqué por la habitación algo que me sirviera para salir del apuro, y vi la pirámide de la alimentación pegado a la pared.
–Es un estudio del consumo de alimentos grasos en la población joven de entre trece y veinte años. –Dije intentado parecer decidida.
–Oh, ¿y para qué me necesitas? 
–Necesito que me diga lo que observa usted a diario en las comidas en la cafetería, para basarme en algo que ocurre en el día a día de un adolescente normal. –Él asintió, y miró su reloj.
–De acuerdo, ¿puede venir aquí sobre las cuatro? Ahora tengo clase, y luego tengo tutorías.
–Vale, me viene perfecto. –Dije, llegando ya al quicio de la puerta– Muchas gracias, Jack.
Y antes de que me dijera nada, me alejé a paso rápido de la puerta. 
–Oye, ¿nos hemos visto antes? –Me dijo escudriñándome con la mirada, cuando solo hube caminado unos cuantos pasos.
–No, no creo. Siempre me dicen que tengo una cara muy familiar. –Digo restándole importancia, y echo a andar a paso rápido, sin mirar atrás, bajo las escaleras de dos en dos y llego al vestíbulo, donde Harry sigue hablando con las chicas.

–Lo siento Romeo, pero tenemos que irnos. –Dije agarrándole del brazo, él se despidió de las chicas como pudo, y salimos fuera, donde algunas miradas curiosas nos observaban, y llegamos al coche. 
Justo cuando entramos, sonó el timbre que indicaba el fin del descanso. Suspiré y me hundí en mi asiento.
–Bueno, ¿y qué le has dicho? –Me preguntó girándose sobre su asiento, con una mano sobre el volante.
–Digamos que... le voy a ver esta tarde. 
–¿Sabe quién eres? –Dijo mientras soltaba el freno de mano.
–No, supuestamente soy una universitaria que necesita su ayuda para un proyecto... He quedado con él aquí a las cuatro. –Él asintió.– Bueno, ¿cuántos números de esas pobres chicas has conseguido? –Dije para quitar tensión al ambiente, sonriendo.
Él sonrió y alzó tres dedos, yo le miré sorprendida y me empecé a reír. Arrancó el coche.

viernes, 7 de diciembre de 2012

Capítulo 24: You're just a small bump unknown


*Hace dieciséis años*

Caroline tenía unos ojos verdes que irradiaban vida por los cuatro costados, y una larga melena rubia ondulada. Siempre estaba feliz, era agradable y amable con los demás, y eso repercutió en su vida. No era la más popular del instituto Holmes Chapel Comprehensive School, pero tenía una vida social bastante ajetreada. Era una ciudad pequeña, y para Caroline era suficiente. 
Él se llamaba Jack Harries. Él fue el que la abandonó con una cría recién nacida, desentendiéndose de todo, y ocultándoselo a su padre, ya que si éste se enteraba le obligaría a asumir sus responsabilidades y errores y quedarse con la chiquilla.
Por ello, antes de que esto ocurriera se fue a la universidad de Bristol, abandonando a una chica de 16 años que acababa de parir, y todo por un calentón.

El día que notó que tenía un retraso, compró una prueba de embarazo, muerta de la vergüenza, y se metió el baño. 
No paraba de dar vueltas, preguntándose qué pasaría si ese palito daba positivo, si resulta que estaba creando a un ser en su interior. Tras media hora dando vueltas como una desquiciada alrededor del palito, respiró hondo y lo cogió. El alma se le cayó a los pies: había dado positivo, o eso era lo que aquellas dos rayas representaban.
Cogió su teléfono y llamó a su mejor amiga, Claire.
–Hola. ¿Puedes venir a mi casa ahora? Te necesito.
Claire llegó poco después, y la encontró echa un ovillo en su cama, a punto de llorar. Su amiga estaba al  tanto de sus encuentros con Jack, pero se quedó sin respiración cuando se lo dijo.
–Mierda. –Dijo cuando Caroline concluyó su historia, se quedaron varios minutos en silencio. –¿Qué vas a hacer? –Dijo al borde de morderse las uñas.
–No lo sé... Tengo que llamar a Jack, tengo que decírselo.
Pero en vez de llamarle esperó hasta el día siguiente, no es algo de lo que se puede hablar por teléfono.

Estaban saltando vallas, y Carol le hizo una seña a Jack para que fueran a los vestuarios los dos. Él pensaba que iban a hacer otras cosas allí, claro está, y al llegar empezó a besarla salvajemente.
–Eh, eh... Para. –Dijo recordándole dónde estaban. Él la miró ladeando la cabeza, pero se apartó. –Tengo que contarte una cosa.
De repente se quedó sin respiración, no podía creer que de verdad estuviera a punto de decir aquello.
–Estoy embarazada.
La sonrisa de Jack se desvaneció al segundo, y se tornó asustada.
*********************************
[Narra Ronnie]

Estaba desayunando como tantas otras mañanas, no había pegado ojo en toda la noche. Al bajar esta mañana vi a Gwen tirada en el sofá, e intentando caminar lo más sigilosamente posible conseguí llegar a la cocina y hacerme un chocolate, luego cogí unas galletas y me fui a la terraza.
La razón de que no haya pegado ojo es simplemente que es imposible dormir cuando empiezas a pensar en tu padre desaparecido, tu madre acostada en una cama comiendo helado mientras mira las telenovelas para ahogar su depresión y tu hermanastra de seis años preguntándose por qué su madre está así.
No es algo nuevo que mi madre se comporte de manera depresiva, ya le ha pasado antes, pero no esperaba que volviera a sufrir una depresión teniendo que cuidar de un infante, como me ocurrió a mí.
Por lo que ella y la tía Rita me han contado, mi padre fue un cabrón que le jodió la vida a mi madre, que jugaba al rugby y que ahora es profesor de biología. Lo único que me falla es su nombre, ya que mi madre nunca quiso que yo lo supiera, supongo que porque sabe que en cuanto lo sepa le buscaré.

Anoche recibí un mensaje de Berto, mi padrastro, diciéndome lo de mi madre. En las ocasiones difíciles es incapaz de mantener la mente fría y buscar una solución, y se ha dedicado a intentar animar a mi madre a hacer las cosas cotidianas que suele hacer, pero obviamente ella se niega en redondo. Cuando colgué, me disculpé con todos y volví a casa, Harry se ofreció a acompañarme, pero no le dejé. No iba a joderle la noche con mis movidas.

Miro la hora en el reloj, son las nueve. En España serán las diez, así que decido coger el teléfono y llamarle. Se oyen tres tonos, y descuelga el teléfono.
–Ronnie. –Dice serio.
–Hola Berto, ¿está mamá? –pregunto.
–Ahora se está duchando, cuando salga le digo que...
–No, no le digas nada –le interrumpo, y casi puedo sentir su sorpresa, así que decido cambiar de tema– ¿cómo está Patricia? 
–Bien, bien... en casa de una amiga –dice todavía confuso.
Nos quedamos unos segundos en silencio.
–Oye Berto, necesito que me digas una cosa.
–Claro, dime.
–¿Cómo se llama mi padre?
******************************************************

Claramente, Jack fingió que no sabía nada del tema hasta que pudo irse. En los vestuarios se pelearon, él la acusó diciéndole que ese podría haber sido otro y que solo intentaba colarle el bebé a él, y afirmó, no muy convencido, que habían usado protección y que era imposible. Carol estaba al borde de las lágrimas, y le gritó que no usaron protección, que había sido un calentón, y que ninguno tenía un preservativo en ese momento.
Pasaron los meses, y mientras la barriga de Carol era cada vez más evidente, los cuchicheos y las caras de asombro que sentía cuando paseaba por los pasillos del instituto aumentaban.

Había decidido tener la niña cuando al ver aquella ecografía vio a aquel ser humano, tan frágil y delicado, que estaba creciendo en su vientre. 
Por ello comía incluso cuando se le había quitado el apetito después de haber tenido una bronca con sus padres, soportaba las burlas, y la indiferencia de Jack. Por las dos; por su hija y por ella.
Cuando ya llevaba 7 meses de embarazo, se enteró de que a Jack le habían aceptado en Bristol, y aunque sabía que él se había desentendido de ella y del bebé, se sintió herida. En ese mismo mes tuvo una discusión muy fuerte con sus padres, y ella directamente les mandó a la mierda, cogió unas cuantas cosas y las metió en una mochila y fue a la casa de Claire. Se quedó allí hasta que rompió aguas prematuramente en el salón de la casa, aquella misma noche, entonces fueron al hospital.

Al despertar, después del agotamiento del parto, se encontraba en una sala con paredes blancas, y sin su niña al lado. Claire estaba tomándole de la mano, y le explicó que habían tenido que llevarse a la pequeña a hacerle varias pruebas, porque había nacido prematura. Luego la dejarían en la incubadora un par de días. También le dijo que su madre había venido en cuanto se enteró, y que se acababa de ir.
Claire se tuvo que ir a hacer uno de sus exámenes finales, y Carol se quedó sola en la habitación. Aunque todavía estaba muy débil, se levantó como pudo y se acercó a la zona donde están las incubadoras. Mientras caminaba por el pasillo, distinguió una espalda ancha vestida con una beisbolera a lo lejos. Ahí estaba él, mirando a la niña. Sonreía de lado, y no se percató de que Carol le estaba mirando hasta que ella se puso a su lado, giró la cabeza y le sonrió, y de nuevo volvió a mirar a través de aquel cristal desde el que se veía una habitación amplia en la que las matronas iban y venían llenas de papeles en las manos.
–Hola –dijo Caroline simplemente, y ladeó la cabeza mirando a la pequeñaja.
–H..Hola –consiguió decir él después de un largo rato.
–¿Es preciosa, verdad? –dice, sin ni siquiera importarle al que se lo dice, podría perfectamente habérselo dicho a alguna enfermera que habría por ahí.
–Sí, tiene tus ojos –dice bromeando.
–No seas tonto, todavía no los ha abierto –dijo ella dándole un codazo en las costillas. De repente las piernas le flojean, y se tiene que agarrar al borde de la ventana de cristal para recuperar el equilibrio
–¿Estás bien? –pregunta preocupado, acercándose. Ella asiente, pero no deja que él le toque.

Se quedan bastante tiempo mirando a la niña en silencio, horas. Finalmente él se tuvo que ir, y Claire llegó y le dijo que tenía que volver a la habitación, que tenía que descansar. Caroline se neguó en redondo, no estaba cansada, sentía que flotaba.

A la mañana siguiente se despertó, y vio a Claire durmiendo en el sofá de la habitación, la miró con ternura. Se incorporó y volvió a recorrer el pasillo hasta llegar al cristal desde el que podía ver a su niña durmiendo.
Suspira, y se pregunta qué va a hacer ahora.

Al final Caroline decide irse a vivir a España con su hermana Rita, varios años mayor que ella.
Más tarde se entera de que Jack ha abandonado la ciudad, sin despedirse antes de ella.
**************************************************
[Narra Ronnie]

He emprendido toda la mañana buscando los Jack Harries, encuentro varios en Facebook, y encuentro dos profesores. Uno vive a una hora en coche de aquí, y el otro está viviendo en Alemania. Cruzo los dedos porque mi padre no sea el 'explorador' que se ha ido de vacaciones a Alemania.
Llamo a Harry rápidamente, y le pido que se pase por casa en media hora, pero no le concreto detalles.
Me ducho y me visto con lo primero que pillo, escribo en un papel el nombre del colegio en el que trabaja, que es lo máximo que he podido encontrar; y salgo por la puerta justo cuando Harry llega.

jueves, 15 de noviembre de 2012

Capítulo 23: Feels like snow in September.

Me giré y sorprendí a Louis mirándome. La luz suave de la farola iluminaba el perfil derecho de su rostro, iluminándolo de un tono amarillento. Me miraba en silencio, sin gesticular, en una mirada penetrante.
–¿Qué pasa? –Pregunté. No terminaba de captar qué había hecho mal para que estuviese de aquella manera, bueno sí, está claro que todo es por el beso.
–No, nada –dijo retirando sus ojos azules de los míos y mirando por encima de mi hombro, hizo un gesto con la cabeza, dando a entender que había que irse a casa. Echamos a andar.
La calle estaba bastante oscura, y a nuestra derecha estaba la parte trasera de una discoteca, que rezumaba música por sus paredes.
–Louis. –Dije, adelantándole y poniéndome en frente.
–Gwen, cuando antes te hablé de mi amigo... ¿Por qué me besaste? –Me dijo de repente. Y volvió a posar su mirada azulada en mí, y sentí vértigo. Como si estuviera a punto de caerme por un precipicio.
No sabía qué responderle, no tenía palabras. Sí, de nuevo Louis Tomlinson me había dejado sin habla.
–Porque sí. –Respondí no muy convencida, y al segundo quise retirar esa respuesta.
–Es que Gwenny, cuando me refería a mi amigo... –hizo una pausa, buscando las palabras adecuadas–. El amigo del que te hablaba era Liam.
Y la sensación de vértigo se magnificó. La realidad vino a mi cabeza como una oleada y me golpeó. 
–Mierda –dije.– ¿Por eso ha estado tan raro conmigo estos días? –Asintió.
–Él piensa que tú y yo... –dijo dejando la frase a la mitad. Pero se entendió perfectamente.
–Puff... –resoplé llevándome la mano a la cabeza.
–Ey, todavía podemos arreglarlo... –dijo acercándose a mí intentando consolarme.
–No, no podemos. –Dije abatida, apartándole de mí–. No podemos arreglar nada porque me he enamorado de ti, y a ti ni siquiera te gusto, le gusto a tu amigo. –Dije a punto de llorar.
–¿Acabas de decir que te has enamorado de mí? –Dijo confuso.
–Sí. –Dije secándome con la manga de mi chaqueta una lágrima que acababa de aflorar por uno de mis ojos.
–Joder Gwen, yo... –dijo llevándose las manos al pelo–. No puedo verte llorar, yo no quería esto.
–¿Qué no querías, que me enamorara de ti? –Dije con sarcasmo.
–No... No así. No si mejor amigo está enamorado de ti. –Dijo abatido.
Me sequé las lágrimas que habían caído por mis mejillas, y respiré hondo. Ahora todo tenía sentido. La culpabilidad que había tenido él horas atrás estando solo conmigo, la noche de la fiesta de Álex, cuando él intentaba convencer a Liam de algo, el paseo en la playa... Claro, cuando dijo que teníamos que hablar, iba a contarme lo de Liam. Y yo ni siquiera me había dado cuenta de nada, y ahora me había enamorado –o eso creía– de un tío que solo quería juntarme con su amigo.
–Me voy a casa –dije ya más tranquila, pero sin poder evitar que unas lágrimas resbalaran por mis mejillas encendidas.
–¿Quieres que te acompañe? –Se ofreció rápidamente, acercándose de nuevo y poniéndome la mano en la espalda. Se veía que sentía lo que había pasado, pero no me sirve de consuelo.
–No creo que sea la mejor idea que hayas tenido hoy –dije con ironía, y eché a andar. Pero cuando hube caminado varios pasos me giré.
–Solo una pregunta– dije llamando su atención, y volvió su vista hacia mí. –¿Nunca has sentido nada por mí, verdad? –Él me miró con una expresión de sorpresa, continué– Cuando me has invitado esta mañana, y hemos ido al paintball... ¿Eso era real?
Vi que vaciló su respuesta, y tardó varios segundos en responder.
–Sí, era real.
Asentí, y me volví y continué caminando. En ese momento podía escuchar tres sonidos que me ensordecían: el latido de mi corazón y el bombeo de la sangre, acelerado. La música que desprendían los locales, las risas y las conversaciones de todas aquellas personas. Y el sonido de las gotas de lluvia que empezaban a empapar la acera. Tenía la tentación de volverme e ir corriendo hacia él, y plantarle un beso. Pero ya fui impulsiva una vez, y ya hemos visto lo que pasó. 
Estaba mareada, entonces hice memoria y recordé que hacía bastantes horas que no comía nada.

Llegué a casa diez minutos después, me sequé las lágrimas antes de entrar. Lo primero que quise hacer cuando atravesé el portal fue ir corriendo a mi cama y ahogar un grito con una almohada, y luego quedarme tumbada hasta que me durmiese. Pero el plan se me vino abajo cuando Sam se acercó a mí, tan despampanante como siempre, y con una sonrisa en la cara.
–¡Hola! –Saludó, y llamó a las otras para que se enteraran de que estaba allí. Vinieron en seguida.
Yo mientras aproveché para ir a sentarme al sofá, estaba molida.
–Cuenta –dijo Ronnie sentándose a mi lado, y de repente llegó April e hizo lo mismo.
–Pero con detalles, eh –dijo April sonriendo de oreja a oreja.

Así que, les conté todo a las acosadoras de mis amigas. Primero se enternecieron cuando les dije que me llevó a hacer paintball, y que acabamos llenos de pinturas. No pasé por alto contarles las caras de psicópata que ponía Louis, y sonreí al recordarlo. Más tarde, al contarles que nos habíamos quedado tirados en medio de una carretera solitaria, se llevaron las manos a la boca, sorprendidas. Les señalé las zapatillas que tenía en los pies, unas "Toms" que me quedaban enormes. De nuevo soltaron un "Aaaw". Seguí con la historia del elfo, y se quedaron en plan: ¿WTF? Un elfo. Y yo me reí con sus caras.
Y ahí acabé la historia. Omití algunos detalles, como que había besado a Louis, y lo que pasó después. Parecieron no notar nada, y se quedaron satisfechas con la historia, así que yo también.

Cenamos comida china mientras veíamos las series que iban pasando por la televisión. Luego Sam y Ronnie salieron con los chicos, pero yo estaba agotada y no podía más. Y April también dijo lo mismo, así que nos quedamos solas en casa. Me duché y me puse un pijama, y bajé al salón con mis pantuflas de conejitos. 

Estaba llenando un tazón de leche y echándole Cola-Cao, entonces April entró a la cocina y cogió su taza, que tiene el dibujo de un bigote, y se sirvió un poco de leche. Puso el tazón en el microondas un minuto y medio, y luego lo retiró.
–Pásame una cucharilla, porfa –dijo, y yo separé mi cuerpo del cajón que contenía los cubiertos y cogí su cucharilla.
–Toma –dije tendiéndosela.
–Oye, ¿te pasa algo? –Preguntó mientras cogía la cucharilla y echaba un poco de Cola-Cao a su leche caliente. Yo la miré de reojo mientras me apoyaba en la encimera y bebía un sorbo de mi taza.
–No, ¿por? –dije, y volví a tomar otro sorbo.
–Te veo triste –dijo, y cerró el bote y empezó a remover la leche. Luego se apoyó en la encimera, como yo, y dio un sorbo mientras me miraba a los ojos. –Dime, ¿qué ha pasado?
No iba a mentirle, tampoco sé por qué no le dije lo que realmente pasó con Louis a todas.
–Vamos al sofá –dije, y fui hasta el salón, y me tumbé apoyada en uno de los brazos. Ella hizo lo mismo pero en el lado contrario.
Y mientras la leche y el chocolate en polvo disminuían, yo le expliqué los detalles que antes no había mencionado delante de las demás. April escuchó con atención y sin interrumpirme ni una sola vez, mientras se comía a cucharadas los grumos de chocolate que flotaban sobre la leche, me encantaban aquellos grumos.
Cuando hube terminado, ya nos habíamos acabado la leche ambas.
–¿Enamorada? –Dijo incrédula. –Pero si solo le conoces desde hace dos semanas...
–Bueno, eso creo... No sé. Nunca he estado enamorada –dije encogiéndome de hombros.
–Uh, yo sí. –Comentó dejando la taza vacía en la mesa de café. –¿Cómo te sientes cuando estás con él?
–Uhmmm... pues no siento esas 'mariposas' que todo el mundo dice que siente, precisamente. Pero sí siento un escalofrío cuando me toca... Cuando estoy con él siento que todo es diferente, como que no me puede pasar nada malo. –Dije, y sonreí como una atontada–. Al principio me pareció un idiota que no sabía otra cosa que hacer que mandar a tomar por saco, pero en realidad era solo una pose. Me trata muy bien y es dulce conmigo... y no sé... cuando estoy con él no hace falta fingir algo que no soy, como con Álex. Siempre me está haciendo reír y es divertido, y su sonrisa... Dios, su sonrisa me mata...
Nos quedamos varios segundos en silencio, y ella me miraba meditando.
–Vale, sí estás enamorada. –Dijo encogiéndose de hombros.
–Puff... ¿Y ahora qué hago? –Dije enterrando mi cara en mis manos.
–Sinceramente cielo, no tengo ni idea. –Resopló. 
Luego se acercó a mí y me abrazó.
–Gracias, April. Gracias por esto –dije agradeciéndoselo, mientras retiraba una pequeña lágrima que estaba a punto de caer por la mejilla.
–No hay por qué darlas. –Dijo sonriendo.
–¿Puedo pedirte una cosa más? –Dije, y ella asintió. –No se lo digas a las chicas. –Afirmó con la cabeza, entendiéndolo.

Vimos un rato más la televisión, hasta que me quedé dormida en el sofá. Cuando todavía estaba adormilada, con los ojos entrecerrados pude ver a April apagando la televisión y cogiendo una manta, y poniéndomela por encima. Después se agachó y me dio un beso en la frente, para luego desaparecer escaleras arriba. Y me dejó sola con el ronroneo de la lluvia como banda sonora.

viernes, 9 de noviembre de 2012

Capítulo 22: Elf.

–Pues... –me quedé pensativa– Podemos quedarnos aquí hasta que alguien pase y hacer autostop, o... –pensé– caminar hasta que tengamos cobertura.
–Caminemos –dijo señalando con la cabeza la carretera que se extendía ante nosotros.
Asentí y empezamos a andar.
*****************************************
–¡Mierda! –me quejé.
–¿Qué pasa? –preguntó Louis girando sobre sí mismo y parando frente a mí.
–Se me ha roto el tacón... –dije sosteniéndome sobre una pierna mientras cogía el zapato con el tacón medio caído. Terminé de partir el tacón y empecé a andar, pero era imposible caminar con un tacón solamente, así que también me quité el otro. Total que acabé caminando descalza.
–Espera un momento –dijo Louis unos minutos después, y se quitó sus zapatillas TOMS y me las cedió. Yo negué con la cabeza.
–No hace falta. 
–No seas tonta, póntelas. –Dijo, y tomé las zapatillas y me las puse en los pies. Me quedaban enormes y caminaba como un pato, pero me encantó el detalle. Se lo agradecí.
Caminamos más allá y el móvil de Louis seguía sin tener cobertura, y fue cuando caímos en que no encontraríamos cobertura a menos que camináramos varios kilómetros.
Decidimos volver a la furgoneta, ya que eran pasadas las cinco de la tarde y pronto se pondría el sol.
Una vez llegamos, Louis sacó unos refrescos de una nevera portátil y nos subimos al techo de la furgoneta.
–Oye, ¿recuerdas hace un par de noches, cuando Niall se tiró al agua borracho?
–Sí –dijo asintiendo, e intentando disimular que no sabía a dónde quería llegar, pero yo también soy intuitiva.
–Pues dijiste algo así como... "tenemos que hablar" –dije, y después bebí otro trago de mi refresco.
–Ah eso... Bueno en realidad no era nada importante –dijo restándole importancia, y me decepcionó un poco.
–¿Nada importante? –Dije dándole una última oportunidad.
–Bueno, en realidad... –comenzó a decir, pero le interrumpió un sonido proveniente de mis tripas.– ¿Tienes hambre?
–Sí... –dije agitando la lata vacía de CocaCola que tenía en mi mano derecha.
–Lo siento –se disculpó– no debí de haberte traído.
Nos quedamos en silencio.
–Esto... esto es un error –dijo negando con la cabeza y bajando del techo.
–¿Un error? –pregunté interrogante mientras bajaba yo también.
–Sí, es difícil de explicar... –dijo pasándose la mano por el pelo– Se supone que no podía.
–Louis, no te estoy entendiendo.
–Mejor que no lo entiendas –dijo volviendo a entrar en la camioneta a dejar la lata.
–Louis, explícamelo. –Le exigí, e hice que me prestara atención por fin y que se parase delante mío.
–Esto está mal, ¿vale? –dijo simplemente, luego añadió:– No te puedo decir nada, por favor no me pidas que te lo diga.
–¿Pero el qué está mal?
–¡Esto! –Dijo refiriéndose a todo su alrededor.– Nosotros...
–Ah, osea que "nosotros" somos un error, ¿no? –dije molesta– Que YO soy un error.
Él se quedó callado mirando hacia otro lado.
–Mira, ¿sabes qué? Paso. –Dije y me giré para irme de allí. ¿Qué clase de tío me invitaba a salir y luego se arrepentía porque decía que somos "un error"?
–No. Espera. –Dijo, cogiéndome del brazo y haciéndome girar. Estábamos muy cerca, él me miró como queriendo hacer algo más ya que estábamos tan pegados. Entonces se apartó un poco.
Nos quedamos en silencio mirándonos, él me miraba serio, y yo le miraba enfadada.
–Vamos a buscar un coche –dijo después de un rato.
–No. –Dije seca.
–Mira Gwen, no estamos para gilipolleces, así qu–
–No voy a buscar ningún coche porque NO HAY ningún coche. –Dije interrumpiéndole. Señalando a mi alrededor.– Porque estamos en medio de la NADA, tirados sin un móvil desde el que llamar, no hay ninguna gasolinera a la vista, tú estás descalzo, y a mí se me han roto los tacones. No son gilipolleces Louis, la hemos cagado.
Dije enfadada, crucé la carretera y me senté al otro lado cruzando las piernas sobre el césped.
–¿Qué haces? –Pregunta fastidiado– Gwen, deja de comportarte como una cría. 
–No me estoy comportando como una cría. –Dije enfadada.
–Sí, lo estás haciendo. –Dijo, y me tendió la mano para que se la cogiese, pero no lo hice. –Vamos, enfadándonos no conseguiremos nada. –Vuelvo a echarle una mirada asesina, miro la mano, y decido finalmente tomarla. Me levanto.
****************************************************
–Lo que te iba a decir –dijo de repente.
–¿Eh? –exclamé sin entender.
–Aquella noche –asentí recordando–. Tenía que contarte algo que le está pasando a un amigo.
–¿Un amigo?
–Sí. Verás, a él le gusta una chica. Pero no sabe cómo decírselo, y no para de cagarla todo el rato. –Dijo indiferente, mirando a otro lado.
–Ajá –digo.
–Y entonces, él quiere saber si tiene oportunidades con ella. –Dijo volviendo a centrar sus ojos en mí.
–¿Cómo se comporta ella con él? –pregunté interesada.
–Son buenos amigos.
–¿Y a ella le gusta él? –pregunto con más interés.
–Yo pienso que sí.
–¿Y cuál es el problema? –Veo que duda, hasta que finalmente me responde.
–Hay otro chico implicado, y él piensa que realmente le gusta el otro chico.
–Pero a ella le gusta uno solo... –dije mirando sus labios
–¿Cuál, el primero o el segundo? 
–El primero... –dije, y me acerqué hasta que estuvimos a escasos centímetros de distancia. Él se quedó inmóvil, observándome, entonces yo miré por última vez sus ojos, que me miraban expectantes, y volví a mirar sus labios. Me acerqué más y más hasta que pude sentir su respiración entrecortada, y fue cuando junté mis labios con los suyos. Cerré los ojos, y él igual. Entreabrí un poco mis labios, y él hizo lo mismo, nuestras lenguas se juntaron, haciendo el beso más intenso. Pero de repente se separó de mí, antes de continuar con aquel beso. Se quedó mirándome con una expresión de asombro, yo le miré confusa. Entonces oímos a un camión amarillo que se acercaba al punto en el que estábamos, pero me dio la sensación de que esa no fue la razón por la cual se separó. Nos acercamos hacia la carretera.
–¡Eh! ¡Aquíí! –Dije haciendo señas, pareció no mirarnos, así que me puse en medio de la carretera.
–¡No te pongas en medio! –me gritó Louis mientras hacia señas.
–No pasará nada. –Afirmé.
El camión seguía acercándose a nosotros, yo tenía la esperanza de que me viese. Cuando estaba a unos quince metros, vi que el camionero estaba buscando algo en la guantera, y grité más fuerte para que me oyese. Entonces miró y me vio, y al ir a tanta velocidad no le dio tiempo de frenar y giró el volante bruscamente, Louis me apartó de la carretera de un empujón y caímos al asfalto, al caer me raspé la rodilla. Se oyó el sonido de un derrape, y de repente todo se calló. Me fui incorporando lentamente, Louis me ayudó a subir. En el suelo del asfalto había una gran estela de color negro que desembocaba en el camión, girado por completo. Estaba parado en medio de la carretera, de lado. El conductor salió del camión con la expresión asustada, y se acercó a nosotros.
–¡Oh dios mío! ¿Estáis bien? No os he visto. –Dijo alarmado mientras se echaba las manos a la cabeza.
Tenía un aspecto desaliñado; su pelo era pelirrojo, salpicado de varios mechones de color blanco. Tenía una calva que le había aparecido con los años, y unos pequeños ojos claros protegidos por unas gafas. Era gracioso verlo porque era bastante bajo, parecía un elfo. 
–Sí, estoy bien –le aseguré al señor.
–¡Oh! Le está sangrando la pierna –dijo señalando mi rodilla, la cual tenía un hilo rojo bajando por mi pierna. Me escocía bastante.
–¿Esto? No es nada, no se preocupe. –Dije intentado tranquilizar al pobre hombre, a ver si se nos iba a morir de un ataque de ansiedad.
–¿Todo bien? ¿Seguro? –Dijo más calmado, pero seguía estando nervioso.
–Sí, seguro –dijo Louis tranquilizándolo, cuando el hombrecillo se tranquilizó, continuó– En realidad los que los sentimos somos nosotros, necesitábamos que parase porque... –me miró– lo cierto es que necesitamos un transporte.–Dijo mirando a los ojos a aquel buen hombre.
–¿Se han quedado tirados? –dijo con un acento irlandés bastante marcado. Asentimos. –Oh, entiendo... Sí, claro, ¿a dónde tienen que ir? –dijo frunciendo el ceño, provocando que unas arrugas apareciesen en su frente. Fue entonces cuando me di cuenta de lo mayor que era, aunque a primera vista no los aparentaba. Tendría unos sesenta y muchos.
–Al próximo pueblo que está yendo hacia allá –dijo Louis señalando hacia el frente. Qué específico eres, Louis.
–Oh, de acuerdo.... ¿Qué harán con la camioneta? –Louis y yo nos miramos.
–Yo creo que es mejor dejarla aquí, nadie viene por esta carretera, y menos va a robárnosla... Además no podemos llamar a una grúa hasta que tengamos cobertura –dijo Louis mirándome serio, yo asentí.
–Os llevaré, no puedo dejaros aquí tirados... Pero esperad que acomode los asientos para que podáis entrar los dos. –Dijo, y cuando iba a disponerse a volver al camión, se giró.
–Chico, ¿qué haces en calcetines? –preguntó mirando los pies de Louis. Él se río, y yo también.
–Es una larga historia.
Entonces el hombrecillo se fue a su camión.
**************************************
Miré a Louis sonriendo, pero él no me correspondió a la sonrisa. De repente me fijé en sus manos, estaban todas arañadas y con sangre.
–¡Louis! –dije alarmada, tomándole una mano.
–No es nada –dijo retirándomela. Yo volví a cogerla, él me miró fastidiado. –Que no es nada, en serio. –Repitió.
–Se te puede infectar, tenemos que lavarla con un poco de agua. –Dije haciendo ademán de volver a la furgoneta a por una botella. Él asintió y se quedó quieto hasta que volví con el agua.
Le eché el agua en las manos, y poco a poco se fue retirando la tierra y se limpiaba la mano.
–No puedo hacer más, cuando estemos en casa te pondré algo –dije, y asintió. Iba a volver a la furgoneta para dejar el agua, pero me cogió del brazo. Hizo una mueca de dolor.
–Tienes que echarte tú también –dijo señalando con la cabeza a mi herida en la rodilla.
–Ah, eso es una tontería. –dije quitándole importancia.
–No, no lo es. –Dijo serio– Anda trae. –Dijo tomando la botella de mi mano.
Empezó a echar agua en la herida, y yo ahogué un grito de dolor. Me escocía, y me imagino que a él también e escocían las manos.
Cerramos la furgoneta y cogimos nuestras chaquetas. Entramos en el camión, lo que me fue un poco difícil ya que me molestaba mucho la pierna, y había que subir un gran escalón.
Al entrar me di cuenta de que hacía más calor, y que había un olor a pino en el aire, entonces vi que había un ambientador en forma de árbol de navidad colgado del espejo. El asiento era bastante ancho, y Louis y yo nos acomodamos como pudimos. Él se quedó por el lado de la ventana.
El pequeño elfo arrancó el gran trasto, y empezamos a movernos.
–¿Cómo se llama? –dije cuando hubo empezado a conducir.
–Arthur –contestó mirando a la carretera, sonreí para mis adentros. Era nombre de elfo.
–Yo soy Gwen, y él es Louis –dije sonriendo.
–Tengo un sobrino que se llama Louis –dijo. –Es un nombre precioso.
–Sí, yo también lo creo –opiné. A mi lado, Louis estaba callado, mirando por la ventana. Lou nunca se calla, algo pasa. Quizás sea por el beso de antes... 
–¿Está casado? –pregunté, mirando la alianza que tenía en su dedo corazón.
–Sí. –Dijo, me miró y sonrió. Luego volvió a mirar a la carretera.
–Oh, ¿y tiene hijos? –pregunté curiosa.
–Sí, tengo uno. Laurence. –Se le empañaron los ojos.– Bueno, tenía. Falleció el año pasado. –Tragó saliva.
–Lo siento... –dije apenada, noté como Louis se giró y miró a Arthur.
–¿Qué pasó? –preguntó de golpe, yo le di un codazo en las costillas.
–¡Louis! –le regañé, intentando que Arthur no me oyera, pero lo oyó.
–No pasa nada –dijo tranquilizándome– fue en un accidente de moto.
–Lo siento mucho.
Asintió, y nos quedamos en silencio.
–¿Puedo preguntarle algo? –dijo Louis de repente. El elfo asintió. –¿Por qué tiene un ambientador de un árbol de navidad en verano? –Dijo señalando a la pequeña figura con purpurina que oscilaba por los movimientos del camión.
–Es un regalo de mis nietos, nunca lo quito –dijo con una sonrisa– lleva ahí una eternidad. Cuando se acaba, compro un recambio y se lo pongo. –Desenganchó el árbol del espejo y me lo dio. –Mira por abajo. 
Hice lo que me dijo, y había escrito algo "Te queremos abuelo. Max y Louis" ponía en letras casi ilegibles escritas con rotulador rojo.
–Son gemelos –dijo Arthur aclarándomelo. Le pasé el árbol a Louis, que lo miró un momento, y me vaciló al devolvérmelo.
–¡Louis! –me quejé. Me lo dio por fin y volví a colocarlo en el espejo. Miré a Arthur, que estaba sonriendo.
–¿Son pareja? –preguntó burlón.
–No –se apresuró a decir Louis.
–¿Seguro? –dijo entornando los ojos detrás de las gafas.
–¡Claro que sí! –Dije.
–Vale, vale... –dijo riendo, y siguió conduciendo.

En un rato llegamos a las afueras del pueblo, las farolas ya se habían encendido y las luces de los locales palpitaban y daban vida a la avenida, llena de gente. Nos dejó un poco lejos del centro, pero no nos importó, ya había hecho bastante por nosotros.
–¡Adiós Arthur! –dije a punto de bajarme del camión– muchas gracias por todo.
–Gracias a ti mi niña, ahora sé de que hablar con mi mujer en la cena –Dijo sonriendo. –Me esperan salchichas con huevos fritos, y también un tazón de chocolate caliente.
–Vive usted muy bien –dije riendo– siento haberle entretenido.
–¡Qué va! Ha sido divertido. –Dijo sonriendo de nuevo, yo le correspondí con otra sonrisa. 
–Adiós. –Me despedí, y bajé del camión.

Y me bajé de aquel camión amarillo, conducido por un elfo irlandés y pelirrojo. Sonreí. Que día más extraño. Luego miré a Louis, me iba a decir algo, y presentí que no me iba a gustar.

lunes, 29 de octubre de 2012

Capítulo 21: You're crazy.

[Narra Ronnie]
Me desperté sola por primera vez desde hace una semana, en mis auriculares todavía sonaba una canción "Push It".  Sonreí. Esa canción la bailaba siempre con April las noches en el camping. Tarareé la canción hasta que me desperté del todo y me levanté de la cama. 
Bajé las escaleras y me encontré con Niall sentado en la mesa con la cabeza enterrada entre los brazos.
–Buenos días –dije saludándole, y también a Sam, que estaba en la cocina. 
–Hola –saludó Sam. Niall me pareció que pronunciaba un "hola" casi sin mover los labios.
Me dirigí a la cocina, donde Sam estaba haciendo tortitas con Nutella. Iba a coger un poco de Nutella del bote con el dedo índice, pero Sam me dio con la espátula en el dedo.
–¡Ay!
–No metas tus dedos en la Nutella para mis tortitas.
–Igual que mi madre –murmuré resoplando.
–¿Queréis dejar de gritar? –dijo Niall tapándose los oídos. Yo casi nunca tengo resaca.
–¿Hay café? –pregunté mirando a Sam.
–Sí, Liam los trajo esta mañana –dijo señalando con la espátula varios vasos. 
–Uhhhh, ¿hay de mocca? –Dije con los ojos iluminados.
–Sí, es el de la derech... Bueno vale, ya lo has encontrado. –Dijo riendo mientras yo ya me estaba bebiendo el café. Separé los labios del borde del vaso, con el bigote lleno de café.
–Siempre igual. –Dijo riendo April mientras entraba por la puerta desde la terraza.
–¿Ya estás despierta? –preguntó Sam, supuse que no la había visto hasta ese momento.
–No he dormido, me quedé en la hamaca de fuera escuchando música. –Dijo señalando la hamaca verde con el cojín blanco.
–Ah. –Dijo simplemente Samantha. –Hay café.

**************************************************
[Narra Gwendolyn]
Ayer Niall se pasó todo el día metido en la cama con Sam haciendo cosas de mayores. Mientras, yo y las chicas nos pasamos la tarde viendo los realitys que echaban en la televisión. Uno iba de unos padres que odiaban el novio de su hija y le organizaban dos citas con dos chicos para así dejar a su novio. La mayoría de las chicas se quedaban con su novio, que era un desastre. Aunque hubo una que se quedó con un guapo surfista con tableta.
El móvil pitó y lo cogí; un mensaje de Louis. "Quiero verte". Sonreí y le respondí "Y yo, ¿quedamos en la playa?" a los pocos segundos el móvil volvió a parpadear: "Mejor te recojo en tu casa en una hora". Volví a sonreír, y me volvió a llegar otro mensaje "Ah, y ponte algo sencillo" asentí y guardé el móvil en el bolsillo. "¿Es una cita?" me pregunté. Estuve a punto de escribirlo, pero me contuve.
–¿Y esa sonrisa? –dijo Ronnie pícaramente.
–Nada, Louis viene a recogerme en una hora... –dije algo tímida.
–¡Já! ¡Sabía que te molaba! April me debe diez libras. –Al decir lo último, se tapó la boca y murmuró un "¡mierda!" mal disimulado.
–¿Y eso?
–Bueno... –dijo ella dando largas.
–Ronnie... –dije seria. 
–¿Te cabrearías si te dijera que hicimos una... pequeña e insignificante apuesta? –Dijo mirando al suelo mientras jugaba con uno de sus tirabuzones morenos.
–¿Cuál era? –En realidad creía adivinar cuál.
–Yo dije que se te notaba un montón que te gustaba Louis, pero ella me decía que no, que en realidad te gustaba Liam... –Como había supuesto. –Dije dejándolo correr. Me enfadó que hicieran una apuesta de algo tan personal, la verdad. Pero no se lo tomaré en cuenta.
–¿Estás enfadada...? –Dijo como una niña pequeña.
–No, claro que no.
Nos quedamos unos segundos en silencio.
–¿Y bien...? –Dice recuperando la sonrisa de al principio.
–¿Y bien qué?
–¿Te gusta Louis o Liam? –rondé los ojos, y se me ocurrió contestarle, pero pasé.
–Aaahh... No lo sabrás hoy –dije sonriendo– Bueno, me voy a cambiar. 
Subí las escaleras y llegué a la habitación, rebusqué entre mi armario, y puse una camisa de encaje y una falda sobre la cama. Saqué los tacones peep-toe y los puse al pie de la cama.

Al cabo de cincuenta minutos tocan la puerta. Yo todavía me estoy terminando de maquillar, y oigo cómo Ronnie abre la puerta vacilando. Hablan, pero no alcanzo a oír sobre qué, Louis se ríe.
Cojo el bolso y me apresuro a bajar las escaleras antes de que Ronnie diga algo que no debe. Cuando llego al final me encuentro a Louis, que lleva unos pantalones cortos y una camisa a rayas. Le saludo y llego a la puerta.
–¿Eso es sencillo? –Dice riendo cuando me vio llegar.
–Sí. –Respondí sonriendo, y él estalló en una carcajada.

Aquello no era una cita, pero tampoco dejaba de serlo. Salimos de la casa y bajamos las escaleras del portal.
–¿A dónde me llevas? –Pregunté divertida.
–Ya verás, te va a encantar. 
De repente se para enfrente de la furgoneta, y saca un pañuelo de su bolsillo. Entones se vuelve y me mira mientras hace un gesto con el pañuelo zarandeándolo "Genial" murmuré.
Me puse de espaldas y me ató el pañuelo en los ojos. Me giré e intenté encontrarle, pero me estaba evitando.
–¿Louis? –dije mientras mis brazos le buscaban. 
Sentí como me cogía de la cintura y me guiaba hasta la furgoneta. Oí el sonido de ésta abriéndose y entonces Louis me cogió por la cintura y me levantó, sentándome en la furgoneta. Me reí.
–Esto es muy raro. –Dije mientras le oía sentarse en el asiento del conductor.
–Ya, pero merece la pena. –Arranca el coche y empezamos a movernos.
–¿Ahora es cuando me llevas a un sitio aislado y me asesinas? -Dije burlona, él se ríe ante mi broma.
–Confía en mí, ¿quieres? –Me quedé en silencio pensando la respuesta.
–Vale, pero promete que no me asesinarás. –Dije, y pude sentir cómo sonreía.

El resto del trayecto estuvimos callados, y a pesar de tener una venda en los ojos, estaba tranquila. Me apoyé sobre la ventana mientras escuchaba las canciones que iban pasando por la radio.
De pronto la furgoneta paró y Louis echó el freno de mano.
–Ya hemos llegado. 
Me quito el cinturón de seguridad sin dificultad, pero no consigo encontrar el manillar de la puerta. 
–Espera, que te ayudo –me dice mientras me abre la puerta y me tiende la mano para bajar.
Respiro un olor a campo y a productos químicos y me extraño. Louis lo nota y me tranquiliza.
Caminamos unos pasos más hasta llegar a un sitio en el que se oían muchos gritos y gente riéndose.
–Cuidado con el escalón –dice mientras me sujeta para que no me tropiece. Entonces se pone detrás de mí y me desata la venda cuidadosamente.
–¿Paintball? –Dije sonriendo cuando vi gente chorreando pintura.
–Sí, ¿te gusta? –dice mirándome con aquellos ojos azules.
–Me encanta –dije ilusionada.
Entonces Louis me cogió de la mano, llevándome a una pequeña caseta de madera.
–Te cambias y nos vemos fuera, ¿vale? –asentí y entonces él se fue.

Me puse rápido aquel traje de astronauta y salí de la cabaña, solo para ser bombardeada con bolas de pintura.
–Louis Tomlinson, cuando te coja no lo cuentas. –Dije cogiendo una pistola de esas y empezando a disparar con una puntería que me sorprendió a mí misma. Las bolas de pintura le llegaron, y empezó a correr como una niña y estallé a carcajadas.
Hubo un momento en el que no le vi, y de repente se encontraba detrás mío lanzándome chorros de pintura, me asusté y me di la vuelta, y disparé un nuevo chorro hacia su cara. Me pasé con el chorro y le pringué todo. Entonces él se quitó las gafas de plástico vacilando, y pude verle toda la cara pintada de azul, y el contorno de los ojos sin nada, frunció el seño y volví a estallar a carcajadas, entonces él sonrió de lado y se acercó a mí apuntándome con la pistola.
–No... –dije riendo mientras retrocedía. 
–Sí. –Dijo con teatro, y disparó un chorro de pintura, que acertó de lleno en mi cara. 

–Estás loco. –Dije riendo mientras me subía de nuevo a la furgoneta naranja, con el pelo lleno de pintura. Antes lo había enjuagado un poco, pero todavía quedaban restos.

El camino de vuelta no paramos de hablar del paintball, de cómo él se me había tirado encima decenas de veces y de cómo, según él, me volvía una psicópata con esa pistola de pintura en la mano.
A mitad del camino, cuando conducíamos por una zona campestre, la furgoneta empezó a soltar sonidos raros, y se fue parando poco a poco... Hasta que se paró del todo. Louis y yo nos bajamos extrañados, él abrió el capó y los dos nos asomamos para ver, entonces una nube de humo nos vino a los dos a la cara, tiñéndonos de negro. Ambos nos echamos hacia atrás tosiendo y apartando el humo con la mano. 
–¡Joder! –Se quejó mientras seguía tosiendo.
Una vez que hubiéramos parado de toser, volvió a mirar dentro del capó.
–¿Puedes arreglarlo? –Pregunté mirando por encima de su hombro lo que estaba haciendo.
No respondió a mi pregunta, y siguió tocando cosas aquí y allá dentro del capó.
–¿Qué? ¿Puedes? –Volví a preguntar.
–¿Tengo cara de ser mecánico? –Dijo secamente, y cerró el capó. –La furgoneta ha muerto.
–Mierda. ¿Qué hacemos ahora?
–Pues yo voy a lavarme esto –dijo abriendo la puerta de la furgoneta y cogiendo una botella de agua. Empezó a echarse el agua en las manos, y luego en la cara. Le miré dubitativa  y él subió y me miró –tranquila, tenemos más.
Y me lanzó la botella. Comencé a lavarme en silencio, quitando los restos de pintura de mi pelo.
Cuando terminé le devolví la botella, e iba preguntar de nuevo, pero Lou vio mis intenciones y se me adelantó.
–Déjame pensar solo un momento, ¿vale? –dijo irritado, y se quedó pensativo unos minutos. Entonces oímos el pitido de un móvil, y ambos empezamos a tocar nuestros bolsillos.
–Es el mío –dije cogiéndolo.
–¿Hay cobertura? –preguntó acercándose a mí.
–No.
–¿Entonces por qué ha sonado? –dijo mirándome confuso, yo le miré y luego miré a mi móvil.
–Porque se le está acaban... –se oye un pitido más largo– se... se le ha acabado la batería. –Dije mirando al móvil, y resoplé.
–Típico. Voy a ver si yo tengo cobertura. –Dijo volviendo a sacar su iPhone. Extendió los brazos hacia arriba, de forma que se le marcaron las venas de una forma muy sexy, y empezó a mover el teléfono buscando una raya de cobertura. Bajó el brazo y me miró fastidiado.
–Buff... ¿Y ahora qué? –Ésta vez fue él quién preguntó.
***********************
Holaa! A partir de ahora subiré capítulo en este blog :) Por favor no olvidéis comentar! Si no nos sabré si los estáis leyendo... Espero que os haya gustado, un beso.

domingo, 28 de octubre de 2012

Capítulo 20: Bad desicions


–Tenemos que hablar. 
Se me nubló la mente. ¿Hablar de qué? Pero no me molesté en pensarlo demasiado, porque lo iba a saber en apenas unos segundos. Al contrario de lo que esperaba no siguió hablando, sino que se quedó callado, dubitativo.
En ese momento vimos a un chico corriendo hacia el agua vestido. Resulta que era Niall. Nos miramos y nos levantamos, y fuimos corriendo hasta allí. Al llegar, le vimos cantando "She Will Be Loved" mientras chapoteaba en el agua con una botella de cerveza en la mano. Iba tan ebrio que solo balbuceaba y decía tonterías, Liam entró en el agua y le sacó.
–Creo que es hora de irse a casa –le dije a Ro mientras ella bebía de una copa de lo que quiera que fuese aquello.
–Nooooo... si es temprano todavía –eran las dos de la mañana.
–Verónica, nos vamos. –Dije poniéndome seria.
–Vaaaale, pero no me llames así, ya sabes que odio mi nombre. –Dijo fastidiada haciendo pucheritos. Empezó a caminar, pero en un traspié se desequilibró y por poco se cae. 
–Anda, ven aquí –dije ofreciéndole mi hombro. Tomé su mano y la pasé por encima de mi hombro para sujetarla. Sam había acompañado a Liam y a Niall hasta su casa, y no sé que había sido de Zayn y de April. 
–Espera, que te ayudo. –Dijo Hazza acercándose por atrás, mientras cogía la otra mano de Ronnie y se la pasaba por el hombro.
–Harry, estás borracho. –Dije negando con la cabeza.
–No más que Ro –afirmó– Anda, déjame ayudarla. –Asentí y continuamos.
–Esperad, ¿y April? –preguntó Louis parando en seco. Acto seguido entró en el local, y se encontró con Zayn, les podía oír desde aquí, aún teniendo varias copas encima. Louis le preguntó por ella, y él le dijo que no se preocupara, que ya le llevaba a casa después. 
No tardamos en salir de ahí y empezar a caminar por la avenida marítima, ya solo poblada por jóvenes ebrios o dormidos en un banco. 

**Mientras tanto en la fiesta** [Narra April]

Perdí a las chicas de vista hacía un rato, y tampoco había visto a Niall ni a Liam. Tomé otro trago de mi vodka, y vi como un chico se me acercaba. Genial, uno de los amigos de Alex.
–¿Bailas? –"Ni de coña" fue lo primero que pensé, pero luego miré en rededor y vi a Zayn bailando con otra chica, y me dije "¿él sí y yo no?", bebí otro trago y bailé con ese chico.
Empezamos a bailar intuitivamente, siguiendo la música. Yo puse las manos en el aire y me moví con el corazón palpitando a la par que la música, mientras que aquel chico me ponía las manos en las caderas, pero sin pasarse.
Después de estar un rato bailando con aquel chico que terminó siendo majo, llamado Sean, pedí otra copa y me senté en una silla apartada. Vi a Sean acercarse con otra copa en la mano.
–¿Estás bien? –dijo sentándose en la silla que estaba a mi lado.
–Sí. –Dije demasiado seca como para sonar convincente.
–Oye... te he visto mirando a ese tío toda la noche –dijo sin acusarme, simplemente informando, esperó a que yo dijera algo, pero no lo hice, así que continuó– Mira, yo no sé lo que te pasa con él, pero te voy a dar un consejo; Él ahora se lo está pasando bien con una chica, y no hay razón por la cual tú no deberías hacer lo mismo con un chico. –Dicho esto se volvió a levantar, me dedicó una sonrisa cómplice y se alejó. Yo solo quería irme a casa, y fue ahí donde me pregunté realmente dónde estaban todos, y caí en la cuenta de que solo estábamos Zayn y yo ahí.

"Genial" murmuré. Ahora tendría que ir caminando sola a casa, ya que no tengo coche. Farfullé en voz baja y empecé a caminar hacia casa. Por suerte, no había bebido lo suficiente como para no poder caminar decentemente. Y ahí estaba yo, con los tacones en la mano caminando descalza por la arena fría de la playa, levemente iluminada con la luz que las farolas transmitían desde el paseo marítimo. 
De niña, adoraba caminar por la arena fría mientras mis padres esperaban por la comida en un restaurante cualquiera del paseo marítimo del pueblo en el que pasábamos las vacaciones de verano. Yo caminaba descalza, abandonando a su suerte mis bailarinas en el paseo. Recuerdo que después mi padre siempre me regañaba por descuidada.
Inspiro de nuevo el aire frío de la noche, y de repente noto que algo me coge por el antebrazo, haciendo que me asuste y de un pequeño grito de sorpresa.
–Tranquila, que soy yo. –Dijo Zayn sonriendo de lado acercándose a mí y caminando a mi lado.
No pude evitar pensar "Uy mira, ¡que suerte! Justo al que quería ver", pero en vez de eso fui educada.
–Ah hola. ¿Ya te vas? –Dije desviando la vista, él me estaba mirando con aquellos ojos marrones, y yo no estaba por la labor de corresponderle con la mirada.
–Sí, bueno. La chica más bonita de la fiesta se fue, así que yo me fui con ella.
"¿Es así como ligas? Lo siento, no es suficiente. Has pasado de mí toda la noche, ahora no te voy a dar el gusto guapo."
–Ya... no parecía que estuvieras mal en la fiesta con esa chica. –Dije dándole la bomba a punto de explotar. Estaba enfadada, y no podía ocultarlo. Él me miro confuso y yo negué con la cabeza y me adelanté. En unos segundos volvió a alcanzarme y a tomarme del antebrazo.
–¿¡Qué!? –Dije ya bastante molesta.
–April... ¿Qué pasa? Eres mi amiga, no entiendo... –Me ponía nerviosa ese continuo intento de disimular que no sabía lo que me pasaba, y me quedé callada. Él iba a decir algo más, pero en el último momento decidió callarse.
Seguimos caminando en un silencio tan espeso que podía cortarse con un cuchillo, hasta que por fin hablé.
–Cuando me dijiste que no estabas preparado para una relación no esperaba que todas las noches te llevaras una chica a casa. –Dije intentando parecer indiferente. Me es indiferente, ¿no? Ya ni sé lo que creo.
–Yo... –intentó decir, pero las palabras se le atragantaron.
–No pasa nada, en serio. ¿Solo somos amigos, no? –Dije con la sonrisa más amarga que había esbozado en mi vida. Nunca había soltado tantas mentiras en una frase como esa vez. Él asintió sin estar convencido, y yo lo dejé estar. Esta noche no vamos a hablar de eso, no mientras yo esté con unas copas encima, y menos él. 

Cuando llegamos al porche torpemente se acercó a mí, y me quedé tan quieta como una estatua de piedra en medio de una plaza. Lentamente se fue acercando hasta que su mejilla rozó la piel de la mía, y sentí un escalofrío. Pero no de esos que te provoca el chico del que estás enamorada, de esos que te dan porque hace frío.
Besó mi mejilla en un beso afectuoso quizás demasiado prolongado, hasta que me sentí algo incómoda, él lo notó y se apartó. Capullo.
–Buenas noches. –Dijo apartándose un poco de la puerta, pero sin virarse para irse.
–Buenas noches Zayn. –Dije, y tras sostenerle la mirada durante unos segundos, entré en casa. No pude evitar la curiosidad y miré a través de ese agujerito que está en la puerta. Seguía allí, mirando la puerta pensativo. Estuvo así unos segundos hasta que despertó de su trance y abandonó el portal.

"Quizás al abandonar aquel portal desperdició una oportunidad de hacer algo bien aquella noche, quizás al haberlo hecho rechazó empezar una nueva historia. En cualquier caso, ninguno de los dos estaba seguro de que hubiera pasado si April le hubiera invitado a pasar, probablemente no hubiera ocurrido nada, solo habrían tomado unas cervezas y para casa, o al contrario."

**************************************************************
Al despertarme me giré soltando un quejido y miré al reloj, eran las dos. Fruncí el ceño cuando un rayo de luz me iluminó la cara, gruñí y me giré hacia el otro lado de la cama. Volví a cerrar los ojos, pero una mano me acarició la mejilla, abrí los ojos lentamente y vi su sonrisa, y yo sonreí con él. Entonces recordé lo que ocurrió ayer. Al llegar a nuestra casa, que estaba más cerca de la playa que la de los chicos, Niall estaba bastante mal y mareado, así que decidimos meterlo en casa. 
–Hola... –dije casi en un susurro, desperezándome.
–Hola princesa –dijo sonriendo. Se veía que le dolía la cabeza de la borrachera de ayer. 
Me levanté de la cama ante la mirada expectante de él, me quité los pantalones del pijama y la camisa de tirantes y cogí una camiseta y unos shorts. Me giré y le vi mirándome como la que mira unos tacones a mitad de precio. Me reí y me puse la camiseta.
–Cierra la boca que te entran moscas –dije sonriendo. Él se recostó de nuevo y sonrió de lado.
–Exageras...
–Créeme que no –dije riendo de nuevo. 
Me acerqué de nuevo a la cama y me puse a horcajadas sobre él. Sonreímos y acerqué mis labios a los suyos, buscando su lengua. Estuvimos así un rato hasta que me di cuenta de la hora que era.
–Bueno, vamos abajo. –Dije separándome de él. Me volvió a atraer hacia él tirando de la camisa y me dio un pequeño beso.
–Vamos –dije separándome de nuevo, él repitió el movimiento.
–No... –volvió a besarme y me reí. Le eché los brazos hacia atrás y le besé de nuevo.
–Tenemos –un beso.
–Que –dije entrecortando mis palabras con aquellos besos.
–Bajar –dije, y me separé de nuevo. Esta vez me puse en el borde de la cama. Seguía acostado.
–Niall James Horan, salga de la cama ahora mismo–. Dije sonriendo. Gruñó y se incorporó. Se llevó la mano a la cabeza cuando se sentó, como un niño pequeño con fiebre.
–Tienes que aprender a beber, en serio. –Dije riendo.
Me echó una mirada asesina y reí más.