sábado, 27 de octubre de 2012

Capítulo 4: With just one look, I fell in love

Gwen y yo fuimos a pasear por la avenida marítima de la ciudad, mientras paseábamos mirábamos los escaparates de algunas tiendas y comentábamos la ropa que nos íbamos a comprar mañana. Todas teníamos la misma talla, así que una si se compra algo siempre acabará llevándolo la otra, eso es lo genial de ir de compras con ellas, que si a dos les gustaban un vestido o unos pantalones,  una se lo compraba y se lo prestaban entre ellas.

Decidimos caminar por la orilla de la playa descalzas, amaba el tacto que tenían las olas cuando acariciaban mis tobillos, y la forma en la que te tus pies se hunden en la arena mojada al caminar.
Cuando nos cansamos, volvimos a casa.

Al llegar, nos llegó un olor muy agradable, dubitativas, Gwen y yo nos acercamos hasta la cocina, allí estaba Sam; echando sal a lo que parecía ser una salsa, vigilando a la vez que lo que fuera que estaba en un cazo no se pasara de su punto.

- ¡Hola! Por favor, ¿podríais ir poniendo la mesa? Esto ya casi está.

Gwen y yo fuimos a por los cubiertos, aún con el asombro en el cuerpo. 
Comencé a pensar en Sam; sus padres se querían muchísimo, no eran como los típicos matrimonios que al cabo de diez años ya están hartos el uno del otro, o simplemente dejan de amarse. Los padres de Sam eran la excepción, estaban enamorados, y no dejaban de demostrarlo siempre que podían; cuando su madre estuvo con una gripe, su padre pidió que le dieran una semana libre en su trabajo para cuidarla, aunque no hiciera falta ya que ella podía arreglárselas sola; cuando Sam era pequeña, ellos siempre se estaban dando besos, claro que para una niña eso era algo asqueroso, siempre estaban cuidando uno del otro. Es como toda persona quiere acabar, casada con el amor de su vida y que nunca dejen de amarse.

Volví en mí, había estado absorta en mis pensamientos durante unos minutos.
- ¡April, April! -oí que Gwen me llamaba.
- Dime Gwen.
- ¡Por fin! Anda, coloca tú los cubiertos, yo pondré los vasos y los platos.

Cenamos, la verdad es que la cena estaba buenísima, la comida de Sam nos enamoraba a Gwen y a mí. Por eso se vino con nosotras de vacaciones. Nah, broma. Después de comer vimos un programa de estos de concursos que estaban retransmitiendo en la televisión, y como no teníamos ganas de levantarnos pues no cambiamos el canal y nos vimos todo el programa. Fue una locura, empezábamos a decir las respuestas más fáciles, y cuando los concursantes no las sabían le gritábamos a la pobre televisión, que no tenía la culpa, cosas como “¿Pero cómo no te puedes saber esa pregunta?” “¡Inculto!”... Todos los gritos acompañados de risas.
Nosotras siempre tan normales.

*********
Me desperté a causa de los rayos traviesos que se colaban entre las persianas de mi habitación, di un gran bostezo y fui abriendo lentamente los ojos. Primero el izquierdo y luego el derecho. Me incorporé y busqué mi despertador para ver la hora que era. Claro, resulta que no estaba en mi casa, por lo cual no tenía despertador. Fui caminando hasta mi bolso, donde estaba mi BlackBerry y miré la hora. Mierda. Son las 7:30 de la mañana. ¿Se puede saber qué sentido tiene esto? Me levanto temprano sin problemas en las vacaciones, pero cuando tengo clases no me despierto a menos que mi madre no me tire una jarra de agua a la cara. No exagero. Una vez lo hizo.
Bajé las escaleras hasta llegar al salón-cocina. Ayer se nos había olvidado recoger todo, ya que Sam y Gwen se quedaron dormidas en el sillón, yo me levanté de madrugada y me fui hasta mi cama, fue algo que supuse, ya que lógicamente habría estado adormilada, algo así como sonámbula, ya que no recuerdo nada.
Empecé a recoger todo con desgana, se nos olvidó guardar las sobras, así que las guardé en un tupperware. Terminé de recoger, aquellas ni se habían inmutado, seguían dormidas como troncos en el sillón, así que decidí salir un rato. Subí a mi habitación, me duché y me puse unos pantalones cortos con una camisa ancha. Cogí las llaves y algo de dinero y salí.

Mientras iba caminando estudié la ciudad: el ambiente era totalmente diferente. Había gente en la calle, pero no se compara con la que suele haber ni de lejos. Me encontré con dos universitarios que iban ebrios cantando esas canciones viejísimas pero que todo el mundo se sabe. No eran de esos borrachos que dan algo de yuyu (en su defecto, miedo). La verdad es que hacían bastante gracia, tendrían unos veinte años e iban totalmente ebrios, solo estaban "caminando" (tambaleándose) y riéndose, probablemente de cosas sin ningún sentido.

Cuando vi un Starbucks no dudé y entré para llevarles un café a las chicas, ya eran las ocho y media de la mañana así que habían abierto, el tiempo se me había pasado rapidísimo.
- ¡Hola! -dijo una chica pelirroja, bastante mona, parecía simpática- ¿Qué desea tomar?
- Hola -le respondí- Hmm... -dudé un poco- dos Café Mocca y un Caramel Macchiato por favor -dije dedicándole una sonrisa.
- ¿Para llevar?
- Sí, gracias -ella asintió. 
Saqué el dinero de mi cartera y pagué lo debido, mientras guardaba el dinero en la caja pude fijarme en su camiseta, que tenía una placa en la que se leía "Natalie"; apuntado.

El lugar empezaba a llenarse de gente, ya habían cuatro personas más. En parte, esta es la mejor hora para venir, porque después se llena y tienes que esperar en una cola kilométrica para conseguir un simple café, que suele costarte el doble de caro que cualquier otro que te tomes en un bar. ¿Entonces por qué compro siempre los cafés aquí? Simple, estamos en UK, y aquí hay té, no café. Por lo que el supuesto "café" que hay viene a ser... "aguachirri". Definición de "aguachirri": toneladas de agua con un sobre de café. Un asco. 
Había pasado en España varios veranos, y me había acostumbrado sus cafés, y al regresar tomé la costumbre de seguir tomándolo en los Starbucks.

¿Interesante mi historia sobre los cafés eh? La chica interrumpió mis pensamientos.
- Aquí tiene -dijo entregándome los dos Mocca y el Macchiato.
- Gracias Natalie -ella sonrió a la sorpresa de oír su nombre.
- Gracias a ti, ¿cómo te llamas?
- April.
- ¿Vas a pasar las vacaciones aquí? -dijo con una leve sonrisa.
- Sí, así que podremos conocernos mejor -dije simpática- además, nos veremos a menudo, ya que siempre desayuno café, y el único lugar donde lo dan bueno es aquí -añadí.
- A mí también me encanta el café, aunque de todas formas no sé si se me estaría permitido decir lo contrario delante de un cliente -dijo divertida, yo sonreí.
Entonces en la emisora de la radio, que estaba puesta, empezó a sonar una canción que me encantaba, e inconscientemente comencé a tararearla en voz baja. Natalie se percató y se rió.
- Me gusta esta canción -dijo entonces.
- Sí, la verdad es que es una de mis preferidas.
Saqué mi móvil del bolsillo, me estaban llamando, era Sam. Hice un gesto con la mano en forma de disculpa a Natalie, al que ella asintió y descolgué.

- Dime -dije al descolgar el teléfono.
- Hey, ¿dónde estás?
- En el Starbucks, comprando unos cafés para las dormilonas
- Awww, graacias -dijo alargando un poco la "a".
- No hay de qué, ¿Gwen se ha despertado?
- No, sigue dormida. Oye veo que ordenaste la cocina... Gracias.
- De nada, de todas formas tú tampoco es que lo fueras a hacer.
- Ya... Bueno, te espero aquí ¿vale? Ah, y no llames, porque estaré en la ducha y despertarás a Gwen.
- Vale, adiós ahora voy a casa.
- ¡Adiós!

Despedí con la mano a Natalie, a lo que ella me respondió con un gesto con la cabeza ya que estaba atendiendo a otro cliente, y me dispuse a salir del local cuando justo estaba entrando un chico, yo no me había percatado y tropecé con él, como era algo más alto que yo, no demasiado, levanté la vista, y lo que vi fueron unos hermosos ojos que me miraban fijamente... Nunca había visto una mirada que me removiera tanto por dentro, y sentí un leve escalofrío que me recorrió todo el cuerpo.

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