lunes, 28 de enero de 2013

Capítulo 25: Keeping secrets.


Me meto en el coche, y cierro la puerta con cuidado.
–¿A dónde vamos? –me pregunta mientras baja su ventanilla. Le miro seria, y él me mira interrogante –¿Y bien? 
–Tú arranca –digo mirando al frente. Sé que merece saber a dónde le llevo, pero ahora no puedo hablar, necesito tiempo para asimilarlo. –Coge la autopista.
Él capta el mensaje: no voy a hablar, así que pone en marcha el coche, da un giro, y conduce hasta que llegamos a una rotonda, coge el primer desvío a la derecha y seguimos por una carretera recta. Cuando llegamos hasta el desvío que lleva a la autopista, y veo una gasolinera, la señalo con el dedo índice, él asiente y aparca.
–Ahora vuelvo. –Digo, y me desabrocho el cinturón, salgo del coche y camino hasta el minimercado. Oigo que Harry se baja detrás de mí, y giro la cabeza para verle. Rodea el coche y se apoya en mi puerta. Entonces saca el móvil, y vuelvo a mirar al frente, y llego hasta las puertas automáticas, que se abren cuando llego a ellas, dándome la bienvenida al supermercado. Vacilo mirando los estantes, finalmente cojo varias latas de Coca-Cola y chocolate. Al llegar a la caja, mientras la cajera pasa todos los alimentos por el código de barras yo miro al exterior por la ventana, y observo a Harry hablando por teléfono. Lleva sus vaqueros oscuros con una camisa blanca y una de cuadros encima. Él está ahí, esperando apoyado en un coche a una chica que apenas conoce mientras ella compra chocolate, y sin ni siquiera saber a dónde va.
Le miro mientras sonrío de lado, luego pago, cojo la bolsa de plástico y salgo. Llego hasta el coche, y alcanzo a oír algunas palabras mientras habla por teléfono.
"Sí" "En una gasolinera" "Todavía no lo sé" –Entonces ve que estoy llegando y dice "Tengo que colgar, adiós". Y cuelga el teléfono, se lo mete en el bolsillo trasero y se separa del coche. 
–He comprado algunas cosillas –digo, y meto la bolsa en el asiento trasero. Él asiente y vuelve al asiento del conductor.

Entramos en la autopista, y es entonces cuando por fin me dirige la palabra.
–¿No me lo vas a explicar? –dice, apartando por un segundo la vista de la carretera y mirándome fijamente, luego vuelve a mirar la autopista.
–Sí... eh... esto... ¿Por dónde empiezo? –digo, diciéndolo más para mí que para él.
–Por el principio –dice serio, pero luego se gira y me sonríe de lado.
Cojo aire y empiezo a relatarle todo.

–...Y entonces tengo que encontrar ese colegio. –Él asiente y se queda en silencio, pensativo. –¿En qué piensas? –Le digo frunciendo el ceño. 
–¿Por qué quieres encontrarle? Después de tantos años... –Pregunta, mientras puedo ver que mira al frente serio, como si no estuviéramos hablando de lo mismo. 
–Pues porque... es mi padre. –Digo, como si fuera obvio.
–Es tu padre, pero él no te crió... Quiero decir, ¿crees que es una buena idea? No sabes lo que te va a decir cuando le encuentres, si es que le encuentras, y ya ha hecho mucho daño a tu madre, ¿no crees que sería peor hablar con él que dejarlo estar? Además, ni siquiera sabes qué le vas a decir cuando le veas.
–No lo hago por ella, bueno, un poco sí. Pero sobre todo lo hago por mí, necesito saber por qué nos dejó, qué ocurrió. Siempre he vivido sin padre, quiero decir, sin mi padre biológico. Quiero conocerlo, y juzgarle por cómo le veo yo, no cómo le ve mi madre. Ver cómo ha sido su vida sin mí. No quiero reprenderle nada de lo que ha hecho, porque todo lo que ha hecho tendrá una razón, no le odio por lo que le hizo a mi madre. ¿Es eso ser una mala hija?
Harry niega con la cabeza, y se queda callado, mientras suena una canción de Pink Floyd en la radio. Por un momento las palabras de la canción nos envuelven, mientras nosotros miramos al frente en silencio.
–Oye, gracias por esto. –Dije sinceramente, esta vez sin mirarle.
–¿El qué? –Dice apartando la vista de nuevo de la carretera.
–Acompañarme, sin presionarme para contarte las cosas, me gusta. –Respondo mirando por la ventana, evitando su mirada.
–Ya... –dice dubitativo.
Entonces me doy la vuelta y le miro confundida. Está pensando en otra cosa, porque sus respuestas son ambiguas y sin sentido. Me da la sensación de que su mente se quedó en la anterior conversación, la que trataba sobre mi padre.

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–Coge el siguiente desvío –digo señalando el cartel que indica dicho desvío.
Él asiente con la cabeza y gira el volante, y tomamos una carretera que ha cambiado las barreras por grupos de árboles y arbustos pequeños. Llegamos a la pequeña ciudad y pude sentir cómo se me erizaba la nuca. Tensé mi cuerpo y carraspeé. Preguntamos a un señor de avanzada edad dónde estaba el colegio
Nos indicó que estaba a unas cuantas manzanas más adelante, nosotros le agradecimos su ayuda, aunque una parte de mí quería taparle la boca, o que simplemente se encogiera de hombros sin saber de qué instituto hablábamos, aunque no hubiera resuelto nada.
Paramos en frente del colegio. Ya eran las once de la mañana, y los alumnos abarrotaban los pasillos, la puerta de entrada, y el césped que estaba en frente del edificio. Las clases habían empezado hace unos días, y eso me recordó que hasta dentro de varias semanas yo no tendría que ir. Nos quedamos en frente del gran edificio unos minutos, hasta que volví a la realidad. Tenía que verle antes de que todos aquellos adolescentes volvieran a sus clases. 
Respiré hondo, estaba temblando. Entonces Harry me cogió de la mano, yo asentí y nos bajamos del coche. No era de extrañar que al aproximarnos a la entrada del edificio todas las chicas posaran sus miradas curiosas sobre él, sonreí de lado. Quién no se fijaría en él. Le cogí de la mano, llevándole dentro. Una vez allí me acerqué a la oficina de secretaría, él se quedo detrás mío, con las manos en los bolsillos y sin parar de mirar a las chicas que ahora soltaban risitas tontas y se daban codazos.
Sonreí de lado y me volví hacia la secretaria.
–Hola, ¿que desea? –preguntó la mujer examinándome con la mirada.
–Sí, era para preguntarle por el profesor... –dudé un segundo– Jack Harries. 
–Puede encontrarle en la sala de profesores, o... –ojeó unos papeles– en su clase, 2ºB. Al fondo del pasillo, suba las escaleras, la verá a mano izquierda. 
Asentí y le di las gracias, me giré y vi a Harry rodeado de chicas riendo. Me acerqué y le tomé del brazo, aparentando ser una novia posesiva.
–Bueno CARI –dije haciendo énfasis en esta última palabra– ahora voy a hacer eso, ahora nos vemos –dije mirando divertida a aquellas chicas, que me miraban con el ceño fruncido de arriba a abajo. Él asintió divertido. Me acerqué a su oreja poniéndome de puntillas y le susurré: –No te diviertas demasiado, ¿eh? –Me retiré y él soltó una carcajada.

Me había llevado hasta allí, no iba a negarle el placer de divertirse un rato. Me alejé de allí, sabiendo que aquellas me miraban, hasta que desaparecí escaleras arriba. Vi un pasillo a mano izquierda, y lo seguí. Toda la seguridad que había demostrado hace unos minutos, se había desvanecido, y estaba temblando como una hoja. Al fondo vi a un hombre con unos bíceps desarrollados hablando con una chica rubia, una alumna, a juzgar por la carpeta que aguantaba con ambas manos sobre el pecho.
Me acerqué más, y la chica se percató de mi presencia y retrocedió un paso del profesor. Éste se giró. Tenía los hombros anchos, una buena mata de pelo, y unos ojos azul claro. Era guapo.
"Bien, y ahora, ¿qué le dices, lista?" me reprochó mi subsconciente.
–Hola –saludó él con una sonrisa radiante– Bueno Jessica, luego hablamos sobre la fecha de recuperación. –Ésta asintió, y mirándome fugazmente, dijo:
–Bueno yo... será mejor que me vaya –yo la miré sin expresión, y ella se fue. 
"Un profesor tan guapo tendrá muchas alumnas detrás de él" deduje al instante.
–¿Que querías? –Preguntó, ahora más serio. "Bueno... ¿recuerdas a la chica de dieciséis años que dejaste preñada? Sí, esa. Bien, pues eso, que soy tu hija capullo." Gritó de nuevo mi subsconciente.
–Bueno, soy una estudiante de la universidad de Biología, y mi profesor me dijo que para ayudarme con un proyecto, podía pedirte ayuda a ti... ¿Eres Jack Harries, no? –El asintió. 
–¿George te dijo que me consultaras? –Preguntó interrogante, mientras hacía ademán de entrar a su clase. Yo le seguí.
–Sí, él... Bueno, me dijo que me podría ayudar a recabar cierta información para el proyecto. –Él me miró dudoso.
Había visto en internet una foto de él y ese tal George en una conferencia.
–¿Y por qué no te ayuda él mismo? –Volvió a preguntar no muy convencido.
–Porque ya sabe... Está todo el día de aquí para allá con conferencias, y bueno, es un amigo de mi padre, así que...– Dije probando suerte.
–Bueno, háblame de tu proyecto. –Dijo después de unos segundos en silencio sacudiendo la cabeza levemente, y me quedé helada. Busqué por la habitación algo que me sirviera para salir del apuro, y vi la pirámide de la alimentación pegado a la pared.
–Es un estudio del consumo de alimentos grasos en la población joven de entre trece y veinte años. –Dije intentado parecer decidida.
–Oh, ¿y para qué me necesitas? 
–Necesito que me diga lo que observa usted a diario en las comidas en la cafetería, para basarme en algo que ocurre en el día a día de un adolescente normal. –Él asintió, y miró su reloj.
–De acuerdo, ¿puede venir aquí sobre las cuatro? Ahora tengo clase, y luego tengo tutorías.
–Vale, me viene perfecto. –Dije, llegando ya al quicio de la puerta– Muchas gracias, Jack.
Y antes de que me dijera nada, me alejé a paso rápido de la puerta. 
–Oye, ¿nos hemos visto antes? –Me dijo escudriñándome con la mirada, cuando solo hube caminado unos cuantos pasos.
–No, no creo. Siempre me dicen que tengo una cara muy familiar. –Digo restándole importancia, y echo a andar a paso rápido, sin mirar atrás, bajo las escaleras de dos en dos y llego al vestíbulo, donde Harry sigue hablando con las chicas.

–Lo siento Romeo, pero tenemos que irnos. –Dije agarrándole del brazo, él se despidió de las chicas como pudo, y salimos fuera, donde algunas miradas curiosas nos observaban, y llegamos al coche. 
Justo cuando entramos, sonó el timbre que indicaba el fin del descanso. Suspiré y me hundí en mi asiento.
–Bueno, ¿y qué le has dicho? –Me preguntó girándose sobre su asiento, con una mano sobre el volante.
–Digamos que... le voy a ver esta tarde. 
–¿Sabe quién eres? –Dijo mientras soltaba el freno de mano.
–No, supuestamente soy una universitaria que necesita su ayuda para un proyecto... He quedado con él aquí a las cuatro. –Él asintió.– Bueno, ¿cuántos números de esas pobres chicas has conseguido? –Dije para quitar tensión al ambiente, sonriendo.
Él sonrió y alzó tres dedos, yo le miré sorprendida y me empecé a reír. Arrancó el coche.

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