domingo, 28 de octubre de 2012

Capítulo 14: Everything's gonna be alright

Después de mi lloriqueo, no quedamos con los chicos en los días siguientes. Sam seguía hablando con Niall por WhatsApp, y cuando él le preguntaba que por qué no quedaban ella le respondía con el típico "cosas de chicas". Y Gwen no lo decía, pero echaba de menos a Liam, o quizás fuera a las discusiones con Louis. De todas formas, aunque se lo pregunte nunca lo reconocerá.
"–Me da igual que quedéis con ellos, en serio.
–¿Y crees que te vamos a dejar sola en casa mientras nosotras vamos por ahí con ellos? Estás loca. –me dijo Sam mirándome con ternura.
–Un poco, pero de verdad... pasadlo bi–
–Que no y punto –la interrumpió Ronnie poniendo punto y final a la discusión."

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Aquel día me desperté de buen humor ¿Sabéis cuando os despertáis con esa sensación de que hoy el cielo es más azul, de que el sonido de las olas es más melodioso, de que el berrear de las gaviotas no es tan molesto? Sí, definitivamente, hoy tenía un buen 'feeling'.
–¿Qué os parece si quedamos con los chicos? –dije apareciendo escaleras abajo mientras todas estaban desayunando tortitas con miel.
–¡Vale! –dijo Sam emocionada– Le mandaré un mensaje a Niall y... –cogió su BlackBerry y se calló, dejando la frase a la mitad.
–Cualquiera te entiende –dijo Ronnie riendo.
–Bueno, digamos que hoy me he despertado de buen humor... ¿Qué os parece ir de tiendas? Y después vamos con ellos un rato.
–Es la mejor idea que has tenido esta semana –dijo Gwen sonriendo– Voy a por mis cosas.
Era irónico que todavía no hubiéramos ido a hacer compras, teniendo en cuenta que disponemos de 200 libras cada semana, aunque las compartíamos entre todas.
Ronnie y yo asentimos, y también subimos a las habitaciones, pero antes agarré una tortita al vuelo y me la comí mientras subía las escaleras, luego los dedos se me quedaron pringados de miel.
Me duché con agua tibia, y me puse mis shorts favoritos; eran unos vaqueros de color claro, y una camisa que me prestó Ronnie, me puse las Vans. Cuando terminé, me fui al baño, y allí me puse algo de rímmel y sombra de ojos; y un poco de gloss en los labios. Sí, hoy me iba a poner guapa. Me hice una trenza a un lado y lista.

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Nos gastamos 130 libras de las 170 que nos quedaban de esta semana. Prácticamente arrasamos con todas las tiendas; si queda algo bonito en una tienda, es imposible que no lo tengamos. Compramos de todo; camisetas, shorts, faldas, sandalias, bikinis (me compré uno muy mono; era negro con topos blancos), vestidos... y demás.
Llegamos a casa a eso de las tres de la tarde, derrotadas. Hacía un calor inhumano; habíamos salido temprano, a las diez de la mañana, y habíamos parado a comer a un mejicano. Cada una llevaba dos bolsas llenas hasta arriba de ropa, y al llegar a casa, como ésta estaba fresca debido al aire acondicionado, todas soltamos un suspiro de alivio.
Colocamos la ropa nueva en nuestros armarios, aunque todas sabíamos que íbamos a terminar colándonos en los armarios de las otras para coger su ropa.
Me duché otra vez, aunque esta vez con agua fría. Tenía muchísimo calor, y no era plan de quedar con los chicos y estar sudando a mares ¿no? Salí de la ducha con el albornoz blanco con rayas verticales azules, (o azul con rayas blancas, da lo mismo, esto es como el tema de las cebras) que me había comprado, y vi a Ronnie sentada en la cama con el iPhone.
–Ya puedes pasar.
–Ahora mismo voy, espera que envíe este mensaje y... –dijo tecleando algo en su móvil– ya está.
–¿Para quién era el mensaje? –dije mientras volvía a buscar en mi armario algo que ponerme.
–Oh, era para Harry –al decir aquello dejé de buscar y me senté en la cama frente a ella, con el albornoz puesto, poniéndome seria.
–¿Te gusta, verdad? Ro, lo conoces de hace solo tres días... no...
–Igual que tú a Zayn, y al menos yo no me he acostado con él –dijo tajante, y me sentí dolida.
La miré con mala cara, y cuando iba a responder, me cortó:
–Lo siento. Es que no sé qué me pasa, desde que lo conocí me trae loca, ¿sabes? El otro día, cuando estaba borracha bailando, me tomó de la mano y me dijo que era mejor que me sentara un rato, y yo le seguí el rollo, entonces cuando nos sentamos... –se llevó la mano a la cabeza, intentando recordar– Hmmm no sé, yo estaba ebria, y creo que me abalancé sobre él, ¿sabes lo que te digo? –asentí con la cabeza– comencé a besarle, y él me frenó diciendo que "ahora no". Y al día siguiente ni siquiera me hacía caso.
–Oh dios Ronnie, ¿por qué no me lo dijiste antes? –dije mirándola a los ojos con ternura– De todas formas, no le veo nada malo; no quiso liarse contigo porque estabas borracha, no me parece algo malo, ¿entiendes? Lo que no termino de entender es por qué no te hizo caso por la mañana...
–Y después dicen que nosotras somos complicadas –dijo llevándose una mano a la cabeza, yo reí por lo bajo.
–Ya ves... –dije y me acerqué para darle un abrazo, ella lo correspondió– Pero bueno, ahora vete a la ducha anda, que se nos hace tarde, ¿a qué hora habíamos quedado?
–A las cinco en el recreativo –dijo revisándolo en el iPhone
–¿Y dónde se supone que está eso? –dije riendo.
–Ni idea, pero creo que Sam lo sabe –me respondió sonriendo.
Se levantó y cogió su albornoz rojo del borde de la cama y entró en el baño, sonriéndome al cerrar la puerta.

Me quité el albornoz y me puse el vestido que me había comprado hoy: uno blanco con encaje por la parte de atrás, de tirantes. Me miré en el espejo de la habitación, la verdad es que el blanco resaltaba el tono moreno que había cogido de ir a la playa, y del día del yate. Ya no quedaba rastro de aquellos hombros rojos que me habían acompañados unos días atrás. Me giré y vi que mi tatuaje del colibrí lucía mejor que antes, gracias al moreno de mi piel. Recordé entonces cuando Zayn se fijó en él aquel día en el yate, el día que le conocí; primero en el Starbucks, donde aquellos ojos me habían hipnotizado y luego en aquel yate. Había dicho que le gustaba. Y sin darme cuenta, había sonreído al recordarlo, al recordarle a él. Estaba tan ensimismada en mis pensamiento que no me di cuenta de que Sam había entrado a la habitación.
–¡Hola! ¿Puedo pasar? –dijo apoyada en el marco de la puerta.
–Sí claro, pasa –dije sonriendo haciendo una seña.
–Deja que te vea –dijo mientras me escrutaba con la mirada, yo di una vuelta sobre mí misma– Vas guapísima.
Me fijé entonces en ella, y vi que llevaba otro vestido, esta vez verde esmeralda, que realzaba el rubio de su cabello, el que estaba con la raya a un lado y suelto.
–Tú sí que vas guapa, te sienta genial –dije sonriendo, y después añadí– Ya te lo dije en la tienda.
Su mirada se posó en el tocador, lleno de cosas. Caminó hacia allí y cogió mis pendientes dorados, se acercó de nuevo a mí.
–¿Me los dejas? –preguntó mientras jugueteaba con ellos con las manos.
–Te los regalo –dije sonriendo, realmente no me importaba, le quedarían genial con el vestido.
–¿Sí? ¿Segura? –dijo contenta, sonriendo de oreja a oreja.
–¡Claro!
–¡Gracias! Eres un sol –dijo y me dio un beso en la mejilla, luego se puso los pendientes– ¿Y bien? ¿Cómo me quedan?
–Muy guapa –dijo de repente Gwen entrando a la habitación, con un pantalón corto de tirantes, que se los había dejado caer– Oye, ¿Ronnie ya está lista?
–No, todavía no –respondí señalando a la puerta del baño con la cabeza.

Nos terminamos de preparar, y para cuando nos dimos cuenta eran las cinco menos cuarto. Salimos atropelladamente de la casa, y nos montamos en la furgoneta para llegar antes. Giro a la izquierda, giro a la derecha, rotonda, y finalmente otro giro a derecha. Si hubiéramos ido a pie hubiéramos tardado unos quince minutos; a parte de que no nos apetecía estar caminando con el calor que hace.
Llegamos al local; estaba situado en el paseo marítimo, casi al final. Me sorprendió de no haberme fijado antes; era muy bonito, y además los carteles se veían bastante bien desde la playa. Entramos, y el ambiente allí era más agradable de lo que pensaba: hacía fresco, por lo que supuse que tendrían el aire acondicionado puesto. El sonido de todas las máquinas no era especialmente molesto; aunque sí constante. Vimos una pantalla enorme, y un chico tocándola; yo me acerqué más y pude ver lo que hacía: estaba jugando a Fruit Ninja, ese juego del iPhone con el que vas cortando frutas. Pues era ese mismo juego, pero en grande. Me quedé alucinada al ver la escena, y no me di cuenta de que las demás ya habían cogido las escaleras mecánicas (cuyos barrotes estaban iluminados de diferentes colores). Fui aligerando un poco el paso, intentando cogerlas, pero a quien cogieron fueron a mí, ya que cuando estaba a punto de subirlas una mano me agarró del brazo y me guió hasta un hueco detrás de la escalera. Alcé la vista, y la respiración se me cortó a ver quién era. Zayn. Nos miramos fijamente a los ojos durante unos segundos, finalmente salí de aquel trance; incómoda.
–¿Podemos hablar un momento? –dijo mirándome a los ojos.
–Luego, ahora vamos con las chi...
–No, necesito hablar ahora –dijo algo cortante. Yo le miré mal.
–Y yo te digo que quiero ir con ellas –dije, y haciendo un gesto con el brazo, conseguí deshacerme de la mano que había seguido sujetándome durante aquel rato.
Antes de que me volviera a coger, me escabullí y subí a las escaleras; él suspiró resignado y me siguió.

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Al subir las escaleras, los chicos estaban jugando al billar mientras reían por cualquier cosa, les saludé y me uní a las chicas, que estaban sentadas encima de la mesa vecina.
–¿Quién me acompaña a por una granizada? –preguntó Gwen a todas.
–Yo, la verdad es que me apetece una –dije sonriendo.
–Pues vamos –dijo dando un salto para bajarse de la mesa– ¿Queréis una?
–Yo sí –dijeron Sam y Ro al unísono, y acto seguido empezaron a reírse.
Asentimos y nos alejamos de allí, subimos otras escaleras mecánicas, con las particulares luces de colores. Al subir al piso de arriba, había una gran bolera que se extendía por toda la planta. Me fijé en que en el techo había unos apliques, por lo que por la noche seguramente apagarían las luces, y dejarían que el globo funcione, y empiece a iluminar la habitación con luces de todos los colores, moviéndose al son de la música. Llegamos hasta la barra del bar, y pedimos las cuatro granizadas azules. De repente un chico rubio, con ojos verdes se nos acercó por atrás.
–Hola –dijo sonriendo mientras se acercaba a Gwen.
–¿Álex? 

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