sábado, 27 de octubre de 2012

Capítulo 3: Summer Paradise.

Las tres sonreímos tontamente, como si nos hubiésemos enamorado de aquel lugar. Estaba todo muy animado, bastante gente en las calles -no excesivamente-. Vimos varios grupos de estudiantes, supusimos que habían viajado todos juntos, así era más barato.
No sé si fue que llegamos en hora punta, o era así todo el tiempo. Prefiero creerme lo segundo.
Estuvimos con la furgoneta rodeando el lugar, mientras buscábamos nuestro nuevo hogar, al menos durante dos meses. Mi madre me había dado un papel en el que ponía la dirección de la casa. No me había comentado nada sobre cómo era la casa, ella había estado antes, pero solo me dijo que me iba a gustar.
Mientras rodeábamos la localidad, no parábamos de mirar a través de la ventana, era demasiado bonito para ser verdad, había una gran avenida, por la que no paraba de pasear gente con un montón de bultos. Me sorprendió el hecho de que todo el mundo fuera joven. No vi a ningún anciano, ni siquiera algún adulto rondando los treinta años... Todos tenían más o menos nuestra edad, algo mayores. Al lado de la avenida había una playa inmensa, con mucha gente, pero la playa era tan grande que no se notaba. Vimos un centro comercial a lo lejos, pero no le dimos importancia.
Estábamos calladas mirando el lugar donde residiríamos, Gwen conducía lento, porque al igual que Sam y yo, estaba perpleja en el paisaje. Entonces salí del trance, miré hacia adelante, y...

- ¡GWEN! ¡CUIDADO! -grité. Ella giró bruscamente el volante hacia la derecha. Casi nos chocamos con otra furgoneta del mismo estilo que la nuestra, pero de color naranja. De ella salieron cinco chicos para comprobar si les habíamos rozado, de nuestra misma edad, tal vez. Nosotras también nos bajamos de la furgoneta.
- Uff, ¡casi nos dan! -dijo uno de ellos, con el pelo rubio creo.
- ¡Lo siento! De verdad, estábamos mirando el pueblo y... -se disculpó Gwen, se estaba poniendo algo nerviosa.
- ¿Al pueblo? No creo que eso sea más importante que mirar al volante -respondió uno de ellos con tono antipático.
- Eh, Harry, tranquilo, las chicas solo estaban mirando el pueblo. Como Louis, que yo recuerde -dijo uno de ellos, con el pelo castaño claro rizado, dirigiéndose al que había dicho aquello; un chico de ojos verdes y pelo rizado, no me gustaba reconocerlo, pero era bastante mono.
- Menos mal que no ha pasado nada, solo ha sido un susto. -dijo el que el se había sonrojado cuando nombraron eso de que él también estaba distraído ¿Louis era? No me quedé con el nombre.
- Bueno, menos mal que al final no ocurrió nada -dijo Sam.
- Lo siento, pero tenemos prisa, si no llegamos a nuestra casa ya, el casero no echará -dijo uno mirando al resto, era moreno, y he de confesar que sus ojos me atraparon.
- Ya nos veremos -añadió el rubio de al principio.

Entonces, se subieron a su furgoneta, pude observar que el que se hacía llamar Louis -o eso creo- conducía, arrancó y los perdimos de vista.
- Visto y no visto -dije.
- ¿Sí no? Bueno, vamos a buscar la casa, que quiero aprovechar el día para desempaquetar las cosas y después ir a comprar algunas cosas que me faltan -respondió Sam, aún con la impresión del momento.

Conducimos hasta nuestra casa, no resultó como esperábamos... Era de madera, nada acogedora, además se caía a trozos... Sorprendidas, bajamos del coche.

- Por favor, decidme que no es cierto -dijo Gwen atónita.
- Eso espero... Es mona y hogareña, pero sinceramente, si la amiga de tu madre es tan rica, no entiendo por qué no tiene una mansión de esas blancas y enormes -dijo Sam, medio llorando, medio riendo por la situación.
- Pensad en positivo -dije.
- ¿Cuál es el lado positivo? Porque no lo encuentro -dijo Gwen algo molesta.
- No tendremos que preocuparnos de limpiar todo después de las fiestas -dije divertida, ellas rieron ante mi comentario.

Nos aproximamos a la casa, metimos la llave en la cerradura pero... No encajaba, nos miramos confundidas.
- ¿Pero qué...? -dijo Sam confusa.
Nos habíamos equivocado de dirección, todas soltamos un suspiro de alivio.

Encontramos la casa poco después, pero creímos que nos habíamos equivocado. Estaba en una urbanización no muy lejos de la playa, y era enorme. Comprobamos como tres veces la dirección,  hasta que dejamos de hacer el tonto mirando si era o no.
- Por favor que sea esta -dije.
- Es blanca -dijo Sam.
- Ya, y una mansión, pero sería demasiado bonito ¿no? -añadió Gwen.
Gwen sacó de su bolsillo la llave que mi madre nos había dado. Echó la llave y abrimos la puerta. Sinceramente, esto era lo más increíble que me había pasado nunca. Había una especie de recibidor, a continuación había un gran salón, tenía unos ventanales enormes que dan a una terraza trasera, donde había un yacuzzi, tras percatarnos de este detalle, empezamos a saltar de la alegría y a reírnos. Subimos a las habitaciones, todas eran muy grandes, tenían su propio baño, por lo que no habrían peleas si una se pasa una hora entera en el baño.

Fuimos al coche y cogimos las maletas, Sam parecía un payaso, la muy inteligente de mi amiga había cogido todas las maletas a la vez, y se movía como si fuera un pingüino, al ver la escenita que estaba montando Gwen y yo nos empezamos a reír. Ella, en un tropiezo se cayó sobre las maletas y empezó a reírse con nosotras.

Me sentía realmente feliz la verdad, no podía pedir nada más: era verano, iba a pasarlo con mis mejores amigas en un sitio increíble, y encima en una casa gigantesca nosotras solas, que para colmo tenía yacuzzi. Cuando lo contara, nadie me iba a creer. Es totalmente surrealista.

Subimos todas las maletas hasta nuestros cuartos, cada una se eligió el suyo sin problemas, todos eran maravillosos, así que no nos importaba. También se montó otra escena para subir las maletas por las escaleras, aunque esta vez fui yo, ya que mi maleta estaba llena de cosas y pesaba muchísimo; a saber qué habré puesto ahí dentro; no me extrañaría encontrarme un camaleón... 

Colocamos toda la ropa en los armarios, pero tardamos mucho más de lo que realmente necesitaba esa actividad; ya que no parábamos de ir una a la habitación de la otra, preguntando si trajo aquel vestido, aquellas sandalias, aquellos pendientes... Y encima a Sam se le ocurrió la genial idea de poner música en una minicadena que teníamos en el salón, y se escuchaba en toda la casa. Parecíamos actrices en una típica película americana para adolescentes.

Cuando terminamos, Sam se fue a hacer la compra y de paso comprarse algunas cosas que se le habían olvidado, ella y sus despistes, Gwen y yo decidimos dar una vuelta por la ciudad.

[Narra Samantha]

Me despedí de las chicas y fui hasta el supermercado más cercano, aproveché para hacer la compra, ya que estas dos vagas no la querrán hacer después. Necesitábamos de todo, me apetecía darles una sorpresa esta noche y hacerles la cena. Luego buscaré una receta en Google.
Miraba entre los estantes, iba a hacerles un plato de pasta. Sí, eso estaría bien. ¿Macarrones, espaquettis, raviolis...? No sabía qué elegir, opté por un paquete de macarrones, me giré para colocarlo en el carro de la compra, pero entonces tropecé con un chico, los dos caímos al suelo.

- Oh, ¡lo siento! ¿Estás bien? -dijo apurado; nos incorporamos y pude verle mejor, él y yo nos miramos confundidos.
- Tu cara me suena -dije finalmente.
- Hmm... ¿no nos hemos visto antes? -tenía unos ojos azules preciosos, me podría pasar horas mirándolos... y tenía el pelo rubio. Un momento ¿¡y ese pelo rubio!?
- Creo que... ¿no eras tú uno de esos chicos con los que casi nos chocamos esta mañana?
- ¡Ah! Ya te recuerdo, eres una de esas tres chicas ¿no?
- Sí -dije divertida.
- Lo siento de verdad por la grosería de mi amigo, se comportó como un imbécil -dijo poniéndose colorado.
- Bah da igual, ¿y tú eres? -dije intentando no parecer demasiado interesada, aunque creo que no lo logré. Él se dio cuenta y rió divertido. Ahora la que se sonrojó fui yo.
- Soy Niall, ¿y tú?
- Samantha, Sam o Sami para los amigos.
Una dependienta nos llamó la atención, estaba todo en el suelo, lo recogimos y él notó que había recogido mis macarrones.
- Hey, ¿tú cocinas?
- Sí, o eso creo al menos -reí- buscaré una receta en Google después, y me lanzaré a la cocina, a ver lo que sale -le quité encanto al confesar lo de Google, pero él no lo notó o simplemente le dio lo mismo y rió divertido.
- Deberías probar a hacer raviolis, quedan buenísimos -dijo cogiendo un paquete y entregándomelo.
- Bueno, puedo probar -dije sonriendo.
- ¿Qué más vas a comprar? 
- No sé, tendré que comprar bastante comida, ya que las vagas que tengo como amigas no van a querer hacer la compra.
- A mí me ocurre lo mismo, si no compro la comida, algún día moriré de hambre -reí ante su comentario.
- Pues entonces hagamos la compra juntos -dije divertida.

Hicimos la compra los dos juntos, en su carro no había más que patatas fritas de bolsa y comida basura. Sin embargo, en el nuestro sí que había comida basura, pero sobre todo había fruta y alimentos sanos, y mucho chocolate.

- Bueno, ahora llevaré esto a mi casa y saldré a hacer más recados -dije mientras le entregaba la tarjeta a la cajera.
- ¿Quieres que te ayude? Me da la sensación de que pesa mucho.
- No importa, ya puedo yo sola -dije con una sonrisa- ¡ya te contaré como me quedaron los raviolis!
- ¡Claro! ¿Vas a pasar aquí todo el verano no? -dijo esbozando una sonrisa.
Asentí, entonces la chica me devolvió la tarjeta, terminó de colocar un paquete de yogures en una bolsa y metió el ticket dentro. Le sonreí amablemente y ella me devolvió la sonrisa.
- ¡Adióóós! -le dije alegre a Niall mientras recogía mis bolsas. El respondió con una sonrisa y un leve gesto de despido por parte de su mano.

Me entró el hambre, ya eran las seis y media de la tarde y lo último que había comido había sido un sándwich de pavo que nos habíamos comido en un bar de camino a la ciudad, me apetecía merendar un helado, pero descarté la idea en cuanto me di cuenta de lo molesto que sería llevar la compra hasta la heladería e ir comiéndomelo por el camino.

No hay comentarios:

Publicar un comentario