viernes, 9 de noviembre de 2012

Capítulo 22: Elf.

–Pues... –me quedé pensativa– Podemos quedarnos aquí hasta que alguien pase y hacer autostop, o... –pensé– caminar hasta que tengamos cobertura.
–Caminemos –dijo señalando con la cabeza la carretera que se extendía ante nosotros.
Asentí y empezamos a andar.
*****************************************
–¡Mierda! –me quejé.
–¿Qué pasa? –preguntó Louis girando sobre sí mismo y parando frente a mí.
–Se me ha roto el tacón... –dije sosteniéndome sobre una pierna mientras cogía el zapato con el tacón medio caído. Terminé de partir el tacón y empecé a andar, pero era imposible caminar con un tacón solamente, así que también me quité el otro. Total que acabé caminando descalza.
–Espera un momento –dijo Louis unos minutos después, y se quitó sus zapatillas TOMS y me las cedió. Yo negué con la cabeza.
–No hace falta. 
–No seas tonta, póntelas. –Dijo, y tomé las zapatillas y me las puse en los pies. Me quedaban enormes y caminaba como un pato, pero me encantó el detalle. Se lo agradecí.
Caminamos más allá y el móvil de Louis seguía sin tener cobertura, y fue cuando caímos en que no encontraríamos cobertura a menos que camináramos varios kilómetros.
Decidimos volver a la furgoneta, ya que eran pasadas las cinco de la tarde y pronto se pondría el sol.
Una vez llegamos, Louis sacó unos refrescos de una nevera portátil y nos subimos al techo de la furgoneta.
–Oye, ¿recuerdas hace un par de noches, cuando Niall se tiró al agua borracho?
–Sí –dijo asintiendo, e intentando disimular que no sabía a dónde quería llegar, pero yo también soy intuitiva.
–Pues dijiste algo así como... "tenemos que hablar" –dije, y después bebí otro trago de mi refresco.
–Ah eso... Bueno en realidad no era nada importante –dijo restándole importancia, y me decepcionó un poco.
–¿Nada importante? –Dije dándole una última oportunidad.
–Bueno, en realidad... –comenzó a decir, pero le interrumpió un sonido proveniente de mis tripas.– ¿Tienes hambre?
–Sí... –dije agitando la lata vacía de CocaCola que tenía en mi mano derecha.
–Lo siento –se disculpó– no debí de haberte traído.
Nos quedamos en silencio.
–Esto... esto es un error –dijo negando con la cabeza y bajando del techo.
–¿Un error? –pregunté interrogante mientras bajaba yo también.
–Sí, es difícil de explicar... –dijo pasándose la mano por el pelo– Se supone que no podía.
–Louis, no te estoy entendiendo.
–Mejor que no lo entiendas –dijo volviendo a entrar en la camioneta a dejar la lata.
–Louis, explícamelo. –Le exigí, e hice que me prestara atención por fin y que se parase delante mío.
–Esto está mal, ¿vale? –dijo simplemente, luego añadió:– No te puedo decir nada, por favor no me pidas que te lo diga.
–¿Pero el qué está mal?
–¡Esto! –Dijo refiriéndose a todo su alrededor.– Nosotros...
–Ah, osea que "nosotros" somos un error, ¿no? –dije molesta– Que YO soy un error.
Él se quedó callado mirando hacia otro lado.
–Mira, ¿sabes qué? Paso. –Dije y me giré para irme de allí. ¿Qué clase de tío me invitaba a salir y luego se arrepentía porque decía que somos "un error"?
–No. Espera. –Dijo, cogiéndome del brazo y haciéndome girar. Estábamos muy cerca, él me miró como queriendo hacer algo más ya que estábamos tan pegados. Entonces se apartó un poco.
Nos quedamos en silencio mirándonos, él me miraba serio, y yo le miraba enfadada.
–Vamos a buscar un coche –dijo después de un rato.
–No. –Dije seca.
–Mira Gwen, no estamos para gilipolleces, así qu–
–No voy a buscar ningún coche porque NO HAY ningún coche. –Dije interrumpiéndole. Señalando a mi alrededor.– Porque estamos en medio de la NADA, tirados sin un móvil desde el que llamar, no hay ninguna gasolinera a la vista, tú estás descalzo, y a mí se me han roto los tacones. No son gilipolleces Louis, la hemos cagado.
Dije enfadada, crucé la carretera y me senté al otro lado cruzando las piernas sobre el césped.
–¿Qué haces? –Pregunta fastidiado– Gwen, deja de comportarte como una cría. 
–No me estoy comportando como una cría. –Dije enfadada.
–Sí, lo estás haciendo. –Dijo, y me tendió la mano para que se la cogiese, pero no lo hice. –Vamos, enfadándonos no conseguiremos nada. –Vuelvo a echarle una mirada asesina, miro la mano, y decido finalmente tomarla. Me levanto.
****************************************************
–Lo que te iba a decir –dijo de repente.
–¿Eh? –exclamé sin entender.
–Aquella noche –asentí recordando–. Tenía que contarte algo que le está pasando a un amigo.
–¿Un amigo?
–Sí. Verás, a él le gusta una chica. Pero no sabe cómo decírselo, y no para de cagarla todo el rato. –Dijo indiferente, mirando a otro lado.
–Ajá –digo.
–Y entonces, él quiere saber si tiene oportunidades con ella. –Dijo volviendo a centrar sus ojos en mí.
–¿Cómo se comporta ella con él? –pregunté interesada.
–Son buenos amigos.
–¿Y a ella le gusta él? –pregunto con más interés.
–Yo pienso que sí.
–¿Y cuál es el problema? –Veo que duda, hasta que finalmente me responde.
–Hay otro chico implicado, y él piensa que realmente le gusta el otro chico.
–Pero a ella le gusta uno solo... –dije mirando sus labios
–¿Cuál, el primero o el segundo? 
–El primero... –dije, y me acerqué hasta que estuvimos a escasos centímetros de distancia. Él se quedó inmóvil, observándome, entonces yo miré por última vez sus ojos, que me miraban expectantes, y volví a mirar sus labios. Me acerqué más y más hasta que pude sentir su respiración entrecortada, y fue cuando junté mis labios con los suyos. Cerré los ojos, y él igual. Entreabrí un poco mis labios, y él hizo lo mismo, nuestras lenguas se juntaron, haciendo el beso más intenso. Pero de repente se separó de mí, antes de continuar con aquel beso. Se quedó mirándome con una expresión de asombro, yo le miré confusa. Entonces oímos a un camión amarillo que se acercaba al punto en el que estábamos, pero me dio la sensación de que esa no fue la razón por la cual se separó. Nos acercamos hacia la carretera.
–¡Eh! ¡Aquíí! –Dije haciendo señas, pareció no mirarnos, así que me puse en medio de la carretera.
–¡No te pongas en medio! –me gritó Louis mientras hacia señas.
–No pasará nada. –Afirmé.
El camión seguía acercándose a nosotros, yo tenía la esperanza de que me viese. Cuando estaba a unos quince metros, vi que el camionero estaba buscando algo en la guantera, y grité más fuerte para que me oyese. Entonces miró y me vio, y al ir a tanta velocidad no le dio tiempo de frenar y giró el volante bruscamente, Louis me apartó de la carretera de un empujón y caímos al asfalto, al caer me raspé la rodilla. Se oyó el sonido de un derrape, y de repente todo se calló. Me fui incorporando lentamente, Louis me ayudó a subir. En el suelo del asfalto había una gran estela de color negro que desembocaba en el camión, girado por completo. Estaba parado en medio de la carretera, de lado. El conductor salió del camión con la expresión asustada, y se acercó a nosotros.
–¡Oh dios mío! ¿Estáis bien? No os he visto. –Dijo alarmado mientras se echaba las manos a la cabeza.
Tenía un aspecto desaliñado; su pelo era pelirrojo, salpicado de varios mechones de color blanco. Tenía una calva que le había aparecido con los años, y unos pequeños ojos claros protegidos por unas gafas. Era gracioso verlo porque era bastante bajo, parecía un elfo. 
–Sí, estoy bien –le aseguré al señor.
–¡Oh! Le está sangrando la pierna –dijo señalando mi rodilla, la cual tenía un hilo rojo bajando por mi pierna. Me escocía bastante.
–¿Esto? No es nada, no se preocupe. –Dije intentado tranquilizar al pobre hombre, a ver si se nos iba a morir de un ataque de ansiedad.
–¿Todo bien? ¿Seguro? –Dijo más calmado, pero seguía estando nervioso.
–Sí, seguro –dijo Louis tranquilizándolo, cuando el hombrecillo se tranquilizó, continuó– En realidad los que los sentimos somos nosotros, necesitábamos que parase porque... –me miró– lo cierto es que necesitamos un transporte.–Dijo mirando a los ojos a aquel buen hombre.
–¿Se han quedado tirados? –dijo con un acento irlandés bastante marcado. Asentimos. –Oh, entiendo... Sí, claro, ¿a dónde tienen que ir? –dijo frunciendo el ceño, provocando que unas arrugas apareciesen en su frente. Fue entonces cuando me di cuenta de lo mayor que era, aunque a primera vista no los aparentaba. Tendría unos sesenta y muchos.
–Al próximo pueblo que está yendo hacia allá –dijo Louis señalando hacia el frente. Qué específico eres, Louis.
–Oh, de acuerdo.... ¿Qué harán con la camioneta? –Louis y yo nos miramos.
–Yo creo que es mejor dejarla aquí, nadie viene por esta carretera, y menos va a robárnosla... Además no podemos llamar a una grúa hasta que tengamos cobertura –dijo Louis mirándome serio, yo asentí.
–Os llevaré, no puedo dejaros aquí tirados... Pero esperad que acomode los asientos para que podáis entrar los dos. –Dijo, y cuando iba a disponerse a volver al camión, se giró.
–Chico, ¿qué haces en calcetines? –preguntó mirando los pies de Louis. Él se río, y yo también.
–Es una larga historia.
Entonces el hombrecillo se fue a su camión.
**************************************
Miré a Louis sonriendo, pero él no me correspondió a la sonrisa. De repente me fijé en sus manos, estaban todas arañadas y con sangre.
–¡Louis! –dije alarmada, tomándole una mano.
–No es nada –dijo retirándomela. Yo volví a cogerla, él me miró fastidiado. –Que no es nada, en serio. –Repitió.
–Se te puede infectar, tenemos que lavarla con un poco de agua. –Dije haciendo ademán de volver a la furgoneta a por una botella. Él asintió y se quedó quieto hasta que volví con el agua.
Le eché el agua en las manos, y poco a poco se fue retirando la tierra y se limpiaba la mano.
–No puedo hacer más, cuando estemos en casa te pondré algo –dije, y asintió. Iba a volver a la furgoneta para dejar el agua, pero me cogió del brazo. Hizo una mueca de dolor.
–Tienes que echarte tú también –dijo señalando con la cabeza a mi herida en la rodilla.
–Ah, eso es una tontería. –dije quitándole importancia.
–No, no lo es. –Dijo serio– Anda trae. –Dijo tomando la botella de mi mano.
Empezó a echar agua en la herida, y yo ahogué un grito de dolor. Me escocía, y me imagino que a él también e escocían las manos.
Cerramos la furgoneta y cogimos nuestras chaquetas. Entramos en el camión, lo que me fue un poco difícil ya que me molestaba mucho la pierna, y había que subir un gran escalón.
Al entrar me di cuenta de que hacía más calor, y que había un olor a pino en el aire, entonces vi que había un ambientador en forma de árbol de navidad colgado del espejo. El asiento era bastante ancho, y Louis y yo nos acomodamos como pudimos. Él se quedó por el lado de la ventana.
El pequeño elfo arrancó el gran trasto, y empezamos a movernos.
–¿Cómo se llama? –dije cuando hubo empezado a conducir.
–Arthur –contestó mirando a la carretera, sonreí para mis adentros. Era nombre de elfo.
–Yo soy Gwen, y él es Louis –dije sonriendo.
–Tengo un sobrino que se llama Louis –dijo. –Es un nombre precioso.
–Sí, yo también lo creo –opiné. A mi lado, Louis estaba callado, mirando por la ventana. Lou nunca se calla, algo pasa. Quizás sea por el beso de antes... 
–¿Está casado? –pregunté, mirando la alianza que tenía en su dedo corazón.
–Sí. –Dijo, me miró y sonrió. Luego volvió a mirar a la carretera.
–Oh, ¿y tiene hijos? –pregunté curiosa.
–Sí, tengo uno. Laurence. –Se le empañaron los ojos.– Bueno, tenía. Falleció el año pasado. –Tragó saliva.
–Lo siento... –dije apenada, noté como Louis se giró y miró a Arthur.
–¿Qué pasó? –preguntó de golpe, yo le di un codazo en las costillas.
–¡Louis! –le regañé, intentando que Arthur no me oyera, pero lo oyó.
–No pasa nada –dijo tranquilizándome– fue en un accidente de moto.
–Lo siento mucho.
Asintió, y nos quedamos en silencio.
–¿Puedo preguntarle algo? –dijo Louis de repente. El elfo asintió. –¿Por qué tiene un ambientador de un árbol de navidad en verano? –Dijo señalando a la pequeña figura con purpurina que oscilaba por los movimientos del camión.
–Es un regalo de mis nietos, nunca lo quito –dijo con una sonrisa– lleva ahí una eternidad. Cuando se acaba, compro un recambio y se lo pongo. –Desenganchó el árbol del espejo y me lo dio. –Mira por abajo. 
Hice lo que me dijo, y había escrito algo "Te queremos abuelo. Max y Louis" ponía en letras casi ilegibles escritas con rotulador rojo.
–Son gemelos –dijo Arthur aclarándomelo. Le pasé el árbol a Louis, que lo miró un momento, y me vaciló al devolvérmelo.
–¡Louis! –me quejé. Me lo dio por fin y volví a colocarlo en el espejo. Miré a Arthur, que estaba sonriendo.
–¿Son pareja? –preguntó burlón.
–No –se apresuró a decir Louis.
–¿Seguro? –dijo entornando los ojos detrás de las gafas.
–¡Claro que sí! –Dije.
–Vale, vale... –dijo riendo, y siguió conduciendo.

En un rato llegamos a las afueras del pueblo, las farolas ya se habían encendido y las luces de los locales palpitaban y daban vida a la avenida, llena de gente. Nos dejó un poco lejos del centro, pero no nos importó, ya había hecho bastante por nosotros.
–¡Adiós Arthur! –dije a punto de bajarme del camión– muchas gracias por todo.
–Gracias a ti mi niña, ahora sé de que hablar con mi mujer en la cena –Dijo sonriendo. –Me esperan salchichas con huevos fritos, y también un tazón de chocolate caliente.
–Vive usted muy bien –dije riendo– siento haberle entretenido.
–¡Qué va! Ha sido divertido. –Dijo sonriendo de nuevo, yo le correspondí con otra sonrisa. 
–Adiós. –Me despedí, y bajé del camión.

Y me bajé de aquel camión amarillo, conducido por un elfo irlandés y pelirrojo. Sonreí. Que día más extraño. Luego miré a Louis, me iba a decir algo, y presentí que no me iba a gustar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario